La primera vez que Joan Miró expuso obra en Barcelona fue en las Galerias Dalmau de Portaferrissa en el 1918. En el programa de mano de aquella muestra individual, alguien garabateó sobre las letras de su apellido y donde ponía ‘Miró’ pasó a leerse ‘Merda’. No fue solo una opinión aislada, los críticos, poco avezados, no lo trataron mejor y el artista no volvió a protagonizar una exposición similar en la ciudad. El caso es un perfecto ejemplo de la relación mercurial que mantuvo con Barcelona, el lugar en que nació y donde recibió su formación como artista.
Aniversario de un artista universal
El largo camino por el que Miró acabó erotizando Barcelona
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