Entrevista
Elvira Lindo: "Sólo tengo nostalgia de no haberme tratado mejor"
Treinta años después de haberlo dejado todo para dedicarse a la literatura, la escritora hace balance del tiempo transcurrido
La escritora Elvira Lindo, fotografiada en el Club Matador de Madrid poco después de su entrevista con el suplemento ’Abril’ / ALBA VIGARAY
Hace tres décadas, Elvira Lindo (Cádiz, 1962) dejó un trabajo bien pagado, el de guionista, y una posición reconocida, la de figura de la radio, para dedicarse a escribir. Lo hizo, seguramente, con la perentoria inconsciencia que a veces debe estar detrás de las decisiones importantes, porque de otro modo no se tomarían. Eso sí, contó con el apoyo de su compañero de vida, con el que entonces empezaba a construir la posibilidad de un futuro juntos.
Al poco tiempo, de su fabuladora mente nació Manolito Gafotas, un personaje que es historia de la literatura española. Su salto a las novelas para adultos, sean estas lo que sean, no fue fácil, pero ella quiso recorrer su propio camino, al margen de camarillas.
Leída ahora, gracias a la recuperación que Seix Barral está haciendo, su obra es de una solidez narrativa incontestable. Supo contar, antes y mejor que nadie, temas que treinta años después nos acucian. Y lo sigue haciendo. Basta leer En la boca del lobo, su último libro, una mirada sin complacencia ni nostalgia a esa infancia que nunca es paraíso.
En 1993, lo dejó todo para dedicarse a la escritura. ¿Qué siente cuando vuelve a ese momento?
Fue una decisión muy difícil, porque tenía grabado a fuego, por la última enseñanza que mi madre nos dejó, que una mujer tenía que tener dinero. Yo estaba trabajando como guionista y haciendo reportajes y ganaba un sueldo bastante bueno. Había querido ser escritora, pero no me sentía completamente justificada para dejar mi trabajo. Y Antonio [Muñoz Molina], con el que estaba empezando, me presionó para que lo dejara todo. Yo creo que él pensaba que yo tenía una vocación adormecida y fue muy pesado. Me dijo: "Tienes que dejar esto. Si no lo dejas ahora, no lo vas a dejar nunca". Y un día tomé la decisión, que no fue entendida en mi trabajo.
¿Y se entendió en su entorno familiar, en su círculo más cercano?
No, no, no… Era raro. Todo el mundo sabía que vivía bien, que tenía buen sueldo. Imagínese ahora, nadie haría eso, incluso escribirías en el tiempo que te queda libre.
Que es lo que muchas hacemos.
Claro. Me quedé en casa con muchísimo miedo, sin saber cuál era mi horario ni mi vida ni nada, sólo la hora a la que tenía que ir a buscar al niño al colegio. Y yo creo que, también, egoístamente, a Antonio le gustaba que yo estuviera con él [ríe] y que lleváramos una vida más libre sin que yo tuviera horarios. Entonces, pues ahí empecé a escribir.
Y así nació Manolito Gafotas.
Eso fue alucinante, porque me quedé en casa escribiendo ese libro porque algo tenía que hacer [ríe]. A los seis capítulos, se lo di a la editorial y les gustó mucho, aunque tenían alguna duda por los motes…
"Me quedé en casa escribiendo ese libro [Manolito Gafotas] porque algo tenía que hacer"
¿Ya entonces?
Ya entonces, sí, era muy fuerte, si se mira ahora, el lenguaje. El día que lo terminé me fui a la Gran Vía y me encontré con un escritor muy famoso, que me dijo: "Me he venido a la Gran Vía, porque acabo de terminar una novela". Y pensé: y yo cómo le digo que acabo de terminar otra, si lo mío no tiene importancia... Pensará: qué tópico, emparejada con un escritor célebre… Y no dije nada. Pero yo iba con una alegría secreta. Lo que no me podía imaginar era que el éxito sería tan inmediato. Fue sorprendente. En mi primera Feria del Libro firmé 80 ejemplares y pregunté a la editorial si eso estaba bien. No sabía cuánto era vender muchos ejemplares, no sabía cuáles eran los números… Enseguida vendí los derechos malamente al cine y se me apoderaron de ellos durante quince años.
Ahí pecó de primeriza.
No, de no saber nada, de no saber cómo lidiar con un éxito que… Manolito ha vendido millones de ejemplares. Pero eso estuvo muy bien, porque yo no sabía que tenía éxito.
No era consciente.
No. Para mí tenía éxito una literatura como la que hacía Antonio. Yo siempre he sido muy autopunitiva, y era como que lo que yo hacía tenía menos importancia.
"Para mí tenía éxito una literatura como la que hacía Antonio [Muñoz Molina]. Yo siempre he sido muy autopunitiva, y era como que lo que yo hacía tenía menos importancia"
¿Temió ser juzgada por ser la mujer del gran escritor célebre?
Sí, claro. Además, es muy humillante, porque yo me sentía muy respetada en el mundo de la radio. No era una persona que esperara ser conocida, no estaba esperando la vida, la vida ya me había llegado. Para mí fue un shock conocer a Antonio. Al empezar a acompañarle en un mundo que a mí me era más ajeno, me di cuenta de que me volví invisible. Fue una sensación nueva, porque yo no era una niñita que no había tenido experiencia laboral. Pero lo supimos lidiar muy bien los dos. Luego vino el súper éxito de Manolito, que también nos ayudó a crear una vida. Era yo la que ganaba más dinero, pero era la que hacía cosas de menor importancia.
¿Cómo se lucha contra esa invisibilidad? Porque es muy bonito eso que dice de que es cosa de dos, pero la que lo padece es una.
Totalmente. Llegó un momento en que dije: yo no soy la secretaria de Antonio. Tuve que poner una línea ahí y para mí fue duro, porque tengo mucha personalidad, no soy una persona subordinada. Alguna vez me han dicho que tengo carácter en el peor sentido. Llega un momento en mi vida en que digo: es que lo tengo, tengo personalidad.
"Al empezar a acompañar a Antonio en un mundo que a mí me era más ajeno, me volví invisible"
Parece que eso del carácter sólo se nos dice a las mujeres...
Bueno, no diré el nombre, pero estábamos en París y comimos con un escritor muy famoso y Antonio le dijo: «Elvira publica un libro ahora». Y él dijo: «¿Y la vas a dejar?». Ha pasado poco tiempo, pero muchas cosas. Ahora, aunque fuera por pudor a o por miedo, no dirían eso. Pero sí que viví todavía esa fase. Imagínese que luego escribí, durante cinco años, los Tintos de verano, que era una cosa completamente desvergonzada.
Divertida, mezclando realidad y ficción.
Hubo mujeres que no los vieron bien. Y, claro, yo, luego, leyendo a Dorothy Parker, que me gusta mucho, o a Nora Ephron, que me gusta mucho, pues veo mucha conexión.
Es que hay muchas similitudes. Lo que pasa es que en este país se paga un gran precio cuando te sales del molde, tanto en lo periodístico como en lo literario, ¿no?
Todo y, además, escribí algún guión para el cine, salí en alguna película… Me ha gustado mucho la comedia, pero la comedia de verdad, me ha seducido mucho. En esta vida nunca hay que abandonar el humor, es muy importante.
"En esta vida nunca hay que abandonar el humor, es muy importante"
Es que yo creo que usted entiende muy bien la tragicomedia que es la vida, porque es verdad que tiene mucho de trágico, y todos lo sabemos, pero también mucho de cómico.
Sí, sí, sí. Era una mujer que hablaba de todas sus contradicciones, de, por un lado, querer ser muy independiente, pero, por otro, depender… Todas esas cosas que son tan graciosas, porque es mostrar cómo queremos ser una cosa, pero, al mismo tiempo, tenemos muchos condicionantes. Había un feminismo entonces muy punitivo que decía: "Esto no es una heroína feminista".
Ese feminismo que, ya entonces, era el que daba los carnés de feminista.
Sí, claro. Porque, además, mi humor ha servido para liberar a mucha gente. Creo que el humor a veces se juzga de una forma muy rara. El humor es liberador.
Vayámonos a 1998, que es cuando publica El otro barrio, su primera novela para adultos. ¿Le daba vértigo dar ese salto?
Sí, mucho, porque, además, tuve que contestar más preguntas sobre por qué había abandonado al personaje… Usted sabe que, a veces, los periodistas no se llevan leídos los libros, entonces, me preguntaban por lo que conocían.
Manolito, Manolito y Manolito.
Sí, sí. Pero, curiosamente, ocurrió algo con ese libro que tal vez la gente no lo sabe, y es que ese libro es un longseller, se sigue editando y vendiendo y leyendo. Ese libro sé que tiene su camino.
Antes hemos hablado de sus columnas periodísticas. ¿Qué relación mantiene con el periodismo? ¿Se lleva bien, le sirve como fuente de inspiración literaria?
En España se creó una especie de sistema en el que todo aquel que escribe literatura tiene su columna. Y cuando publicas una novela hay una visión tan emocional de todo que hay profesionales que no te reseñan o no te sacan porque te consideran adversaria. Por un lado, al escritor le viene bien, para tener un sueldo, una colaboración con un periódico, pero, por otro, se paga y se te considera de un grupo cuando, normalmente, somos meros colaboradores. Yo soy una colaboradora. La gente me identifica con un periódico, pero yo no estoy sujeta al pensamiento editorial de ese periódico, aunque pueda coincidir. Y me da mucha pena que sea así, que haya escritores afines a una serie de medios y escritores a los que no se les quiere por sus opiniones políticas o su compromiso político. Es un fallo del país y de los profesionales.
"Me da mucha pena que haya escritores a los que no se les quiere por sus opiniones políticas o su compromiso"
¿Y por la crítica literaria se ha sentido bien tratada?
Pues no me han tratado mal, pero... Me ha perjudicado, tal vez, tener un oficio muy disperso, hacer muchas cosas. Y, luego, el no pertenecer nunca a ningún grupúsculo literario. No formaba parte de un grupo de jóvenes escritores, de ningún movimiento literario, no tenía apoyo, era una persona muy a su bola. Una manera que tienen muchos escritores de entrar en el mundo de la literatura es asociarse a un grupo, establecer relaciones… Es decir, que a veces las relaciones van antes que la propia solidez de la obra. Yo hice mi trabajo de una manera muy autónoma, y con amigos que a lo mejor no pertenecían al mundo literario, que provenían de los otros mundos que yo había frecuentado, actrices o actores. Porque, además, siempre he visto que no es exactamente con escritores con los que más hablas de literatura, en todos los gremios más bien las conversaciones tratan de cotilleos, de intercambios de información, de favores.
Recuerdo una frase de A corazón abierto, su anterior novela: «En esta sociedad punitiva no todo el mundo comprende que sientas piedad». ¿Qué es lo más importante que hemos perdido por el camino en los últimos años?
Ahora mismo, hay que tener mucho cuidado con decir esas cosas, porque hay como una nostalgia que es política. Cuando veo cosas del pasado no les doy un cariz político, sino humano. Yo creo que había más tranquilidad. Hay muchas cosas en nuestra forma de vida hoy que generan más ansiedad. Esa es la enfermedad de nuestro tiempo, la intranquilidad, la incertidumbre. Era una sociedad con menos consumo. Ahora se habla mucho de sacar la salud mental de la caja negra en la que ha estado metida, y es cierto, pero hay enfermedades sociales y no son exactamente individuales: la ansiedad, el estrés...
"Muchos escritores entran en el mundo literario asociándose a un grupo… Es decir, que a veces las relaciones van antes que la propia solidez de la obra"
¿Y hay tratamiento?
El bienestar social. Medidas de bienestar social son las que nos hacen sentir mejor. La bronca política genera en la gente una especie de inseguridad, de incertidumbre, de todo eso que no es bueno para un país. Además, un país que no es tan malo como se pinta, un país que puede ser próspero. No entiendes que para ganar unas elecciones tengas que describir este país como un barco que va a la deriva. Eso genera rabia, odio, incertidumbre y desasosiego. No es justo que se provoquen esas emociones en la sociedad.
Teniendo en cuenta que esta entrevista se publicará después de las elecciones a la presidencia del Gobierno, ¿qué futuro nos augura?
El loco irresponsable momento de enfrentamiento que ha provocado la confrontación política hace que piense que si ganan unos puede haber una merma de derechos y libertades, porque lo estamos viendo ya, y si gana el Partido Socialista los otros van a generar una bronca. No creo que vayamos a vivir tranquilos en algún sentido. Yo prefiero a aquellos que piensan en generar un bienestar social para todo el mundo. Si sólo facilitas que prospere la gente que ya tiene, eso genera un desamparo muy grande que se va a traducir en inestabilidad para un país. Para que un país funcione tiene que haber un bienestar que llegue al final de la población. Yo no soy nada sectaria, pero tengo mis ideas sobre el bienestar social y sobre las libertades individuales. Me sorprende que haya gente presidiendo una de nuestras comunidades que sea antiabortista, porque pienso que son derechos sobre los que ya no deberíamos tener que hablar. Me sorprende que se pongan en duda los derechos individuales, las opciones sexuales. Genera inseguridad en una parte de la población. Yo tengo mucha confianza en que en España esos derechos están ya muy arraigados, pero sabemos lo que está ocurriendo en otros países, en Italia...
"La bronca política genera en la gente una especie de inseguridad, de incertidumbre, de todo eso que no es bueno para un país. No es justo que se provoquen esas emociones en la sociedad"
Ya conoce el refrán: "Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar".
Lo increíble es que creo que se ha dividido demasiado la cosa entre la economía y las guerras culturales, cuando están completamente entrelazadas. Tú no puedes decir la economía sin atender la vida de las personas. ¿La economía tiene en cuenta que las mujeres ganan menos? ¿La economía tiene en cuenta que una mujer inmigrante gana todavía menos? ¿La economía tiene en cuenta que, a lo mejor, a un trans le cuesta alquilarse una casa? Eso es economía, también. Esos que apartan los derechos humanos de los grandes datos económicos… Los que son nostálgicos de esa especie de nacionalismo español, tradicionalista, lo que ocultan es que están pensando en una economía que favorezca a los suyos.
Para acabar, en A corazón abierto decía que tardó media vida en mirarse con compasión. ¿Cómo se mira ahora?
Intento hacerlo con cierta compasión. Una de las cosas que ya he podido aislar y y generar como una especie de mandamiento en mi vida es: procura no hacer daño. Y hay veces que confundo el no hacer daño con tener yo también mis voluntades. La única nostalgia que tengo es no haber empezado antes a tener compasión conmigo misma, no haberme tratado mejor. Y hay muchos capítulos de mi vida que no me ha gustado frecuentar por lo poco compasiva que era conmigo. Eso es lo que más me cuesta.
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