…porque me toca. Mi sábado sabadete, que se presentó con una mañana radiante como premonición de una jornada con sol de justicia poética, me llevó de la ceca de los superventas a la meca de los suplicantes por una firma que les salvara el día y el ego. Hablo de la Feria del Libro de Madrid, claro. Con sus 'cienes' y 'cienes' de casetas, sus máquinas expendedoras de refrescos a tres euros, sus carpas -y truchas, barbos, lucios y percas: a río revuelto- de presentaciones, sus autores atormentados (¡Cuánta lluvia, por dios, cuántos rayos y centellas!), sus lectores ideales, modelos y, si me apuran, 'in fábula', y sus editores ávidos o impávidos. El zoco de la literatura. Libros y libreras. Y cada autor, líbero en zona. Poetas con más pana que gloria a pesar de los calores, dramaturgos nunca representados, periodistas de raza churra o merina, expertos en nadar y en guardar la nadería. Y Vicky Martín Berrocal firmando a mano alzada: en una mano el bolígrafo y en la otra el 'eyeliner'. Y un narrador de goma espuma y otro de goma EVA™.
Periféricos y consumibles
De oca a oca y Retiro, por Javier García Rodríguez
Un aspecto de la Feria del Libro de Madrid.
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