Periféricos y consumibles

Escritor residente y torreznos de diseño, por Javier García Rodriguez

El escritor surafricano J. M. Coetzee. / MONDADORI

Me explicaba mi carnicero el otro día, con infinita paciencia y al hilo de las elecciones, que él no trabajaba el cerdo ibérico. Que la gente –ese concepto tan polémico o 'podémico'- prefería gastarse la pasta gansa en chuletones y entrecots de ternera, y en paletillas y chuletillas de lechal antes que pagar facturas abultadas (qué lenguaje el de la Federación Gremial del Personal de la Industria de la Carne y sus Derivados y el de la Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España) por “comer cerdo”. De modo que en sus vitrinas de barrio, ni secreto, ni pluma, ni presa, ni lagarto: bocados de lujo para el comensal ibérico. Solo ha caído mi carnicero de 'milguoqui ' en la tentación del torrezno, que se cotiza más caro que las manufacturas de Lladró®. Está de moda el torrezno, me dijo. Y cuando chocamos con las modas, hasta el humilde torrezno, producto estrella de las barras de mesones, ventas y bares de carretera de nuestra piel de toro (hoy me he abonado al tópico), el torrezno poco sutil, periférico y consumible, se convierte en un lujo para los sentidos, pasa a ser torrezno de diseño.