Me explicaba mi carnicero el otro día, con infinita paciencia y al hilo de las elecciones, que él no trabajaba el cerdo ibérico. Que la gente –ese concepto tan polémico o 'podémico'- prefería gastarse la pasta gansa en chuletones y entrecots de ternera, y en paletillas y chuletillas de lechal antes que pagar facturas abultadas (qué lenguaje el de la Federación Gremial del Personal de la Industria de la Carne y sus Derivados y el de la Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España) por “comer cerdo”. De modo que en sus vitrinas de barrio, ni secreto, ni pluma, ni presa, ni lagarto: bocados de lujo para el comensal ibérico. Solo ha caído mi carnicero de 'milguoqui ' en la tentación del torrezno, que se cotiza más caro que las manufacturas de Lladró®. Está de moda el torrezno, me dijo. Y cuando chocamos con las modas, hasta el humilde torrezno, producto estrella de las barras de mesones, ventas y bares de carretera de nuestra piel de toro (hoy me he abonado al tópico), el torrezno poco sutil, periférico y consumible, se convierte en un lujo para los sentidos, pasa a ser torrezno de diseño.
Periféricos y consumibles
Escritor residente y torreznos de diseño, por Javier García Rodriguez
El escritor surafricano J. M. Coetzee. /
Lo más visto
- El PSC pide a Albiol una reestructuración del Gobierno de Badalona tras obtener dos concejales del PP sendos escaños en el Parlament
- El Supremo da la razón a Madrid y anula subvenciones millonarias para País Vasco, Extremadura y Comunidad Valenciana
- El independentismo solo logra la victoria en una de las 15 ciudades más pobladas de Catalunya
- Los Mossos d'Esquadra encuentran a Eric, desaparecido en Sant Boi de Llobregat
- El centro de control destruido por el robo de cobre en Montcada-Bifurcació se estrenó hace una semana