Novedad editorial

Victoria Bermejo, 'flâneuse' y escudriñadora: "Estoy en contra de hacer panegíricos del sufrimiento"

La escritora y guionista barcelonesa publica su primera novela para adultos, la desprejuiciada y divertida 'Sí, lo hice'

La escritora Victoria Bermejo, en su domicilio de Barcelona. / RICARD CUGAT

En los puntos suspensivos de un formulario que intentara definirla -tarea nada sencilla-, la barcelonesa Victoria Bermejo escribiría sin temor a equivocarse “escudriñadora y flâneuse” porque esa parece ser su manera ligera y vital de estar en el mundo: mirar y pasear. Más oficialmente, puede recordarse su trabajo de guionista de televisión y cine, como documentalista, de autora de literatura juvenil y una memorable serie infantil, ‘Cuentos para contar en un minuto’, junto al llorado Miguel Gallardo, padre de 'Makoki'. Ahora acaba de saltar a la ficción para adultos con la novela ‘Sí, lo hice’ (Pepitas de calabaza) en la que se han dado cita su desacomplejado sentido del humor, su mirada limpia y exenta de mixtificaciones y sus innegables ganas de jugar con una trama que, de ser un cómic -una de las cosas que mejor conoce esta autora-, solo podría dibujarse en línea clara. 

Con ese título como de pirueta de la que finamente se ha caído de pie, Bermejo retrata a dos mujeres que viven una trama especular en la Barcelona de ahora mismo. Una es Natalia Adler, escritora de éxito y la otra, aspirante a serlo, admiradora y espía de la primera a la que quiere copiar en todo: no solo lo que lee sino también lo que come, para lograr mágicamente el premio de ser reconocida. Y en la historia, convertidas una y otra en figura y reflejo, ocupan -sin saberlo la primera, la autora exitosa- apartamentos contiguos mientras la música (con preeminencia de David Bowie) que escuchan y que se filtra a través de las paredes teje un vínculo sutil e invisible entre ambas. Una 'playlist', creada por la hija de Bermejo, da buena cuenta de la banda sonora de la novela. 

Finalmente, lo que ha escrito la autora es una novela feliz, un término que a muchos les puede parecer material altamente peligroso y que ella no rechaza. “Ya sufrimos suficientemente en la vida, por eso estoy totalmente en contra de hacer panegíricos del sufrimiento. No me interesa estar persiguiendo 15 años el adjetivo. Otros lo hacen y lo hacen muy bien, pero no es lo mío. Como defiende una de mis protagonistas, se han hecho buenos libros a partir de pasárselo bien”, sostiene la autora, partidaria además de la extravagancia, como demuestran sus personajes y los muy poco previsibles giros argumentales de la trama. 

Perfume de 'thriller'

A Bermejo, hace muchos años una pitonisa le pronosticó que si hacía un ‘thriller’ iba a triunfar muchísimo. Aquí, desde luego, no lo ha escrito pero la historia desarrolla una intriga que coquetea con la novela negra: “Lo del 'thriller' se me debió quedar como en la retaguardia pero, vamos, no sabría cómo abordar una novela de ese estilo. No me veo interrogando al comisario Loperena si la bala ha entrado por la izquierda o por la derecha”.

Asegura, ironizando, que lo más próximo a un historial delictivo que ha sido robar un chicle de niña, aunque el misterio que encierra su novela funcione con mecanismos parecidos a los de las novelas policiacas. “Me intrigada ver a mis personajes en una disyuntiva. Me veía preguntándome con interés qué es lo que iba a hacer esta tía para seguir adelante. En el fondo es el juego de la vida”. 

Hay en la novela de Bermejo dos homenajes de calibre, que dan buena cuenta de sus lecturas e influencias. Si la escritora famosa se llama Natalia no es por otra cosa que por la gran Natalia Ginzburg. Si se apellida Adler, eso remite a la brillantez y el desparpajo de la ensayista norteamericana Renata Adler –“una cuentista de fragmentos que me arrebata”-. Pero hay muchos más nombres en su altarcito literario particular, marcado por el cuento y la distancia corta, aunque en esta ocasión ella haya abordado una novela: “Está John Cheever, por supuesto, pero también Julio Ramón Ribeyro y Salvador Garmendia y los cuentos de Mercè Rodoreda, magníficos y mucho menos citados que sus novelas”. Dice esta optimista insobornable que leer es como tener la vida asegurada porque sabes que siempre vas a disfrutar y que, como diría su querido Ramón Trecet, de lo que se trata es de “buscar la belleza en este puñetero mundo”. Con alegría y música de Bowie.