Crítica de libros

Crítica de 'Escuela de escritura', de Mercedes Abad: crimen y castigo

La autora barcelonesa construye una 'nouvelle' perfecta sobre la enigmática relación de una autora que conduce un taller de escritura y su alumna

La escritora barcelonesa Mercedes Abad. / ALBERT BERTRAN

“No estoy en la cárcel, sino frente a una hilera de columbarios en un cementerio junto al mar. Qué distinta esta visita de todas las anteriores. Hoy tengo un propósito diferente, una cita.” El personaje que pronuncia estas palabras al inicio de ‘Escuela de escritura’ está ante la tumba de Pat, una alumna de la escuela de escritura donde ella es profesora. Ambas  acabaron construyendo un mundo de complicidades en torno a  la lectura y la escritura. Habían recitado miles de veces poemas de Baudelaire; ahora le lee capítulos de ‘Matar un ruiseñor’ al lado de su tumba. La que está en el cementerio es también novelista y sabe “que el dolor nunca se ve del todo libre del placer. Que son difusos los límites. Y que hay quien se instala en los remordimientos y el dolor como en un crucero de lujo.” Sus pensamientos sobre Pat le activan el recuerdo proustiano del primer libro del que hablaron: ‘Crimen y castigo’ de Dostoievski: seguramente porque hay crímenes de muchos tipos, pero los castigos tienen a menudo la misma forma. Está en el cementerio esperando a que alguien haga su aparición. Es una novelista en boga por ‘Las cenizas de mamá’, “que va camino de ser una de las sensaciones literarias de la temporada, uno de esos libros que todos quieren leer” aunque confiesa que “el éxito también supone un peligro para mí.”