Kim Jong-il era un demente, un narcisista patológico que recurría a zapatos de plataforma y un intrépido cardado capilar para que sus 157 centímetros de estatura parecieran más, y un déspota que puso a todo su país de rodillas. Durante los 90, en una época en la que un 20 % de los norcoreanos moría de hambre, él contaba con un ejército de asistentes personales que viajaban constantemente por Europa para proveerle de manjares refinados, un chef traído de Japón para satisfacer sus antojos de sushi y otro llegado de Italia que le preparaba las pizzas; su bodega personal sumaba 10.000 botellas y gastaba unos 700.000 dólares anuales en ‘Hennesy’, lo que lo convertía en el mejor cliente de la firma coñaquera.
Cine
Kim Jong-il: loco, tirano y patrón del Séptimo Arte
Kim Jong-il era fan de James Bond, de sagas como ‘Rambo’ y ‘Viernes 13’ y clásicos como ‘Lo que el viento se llevó’ y ‘El padrino’. /
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