Crítica de libros

'Pombero', de Marina Closs: trastornos míticos

La autora argentina ha escrito unos cuentos asombrosos que se despliegan en una incomprensibilidad que sugiere mucho más que dice

La escritora argentina Marina Closs  / NEIL DAVIDSON

El sustrato que sostiene este libro de cuentos de Marina Closs (Posadas, Argentina, 1990) pertenece a lo que queda tras el paso fugaz de un lenguaje que arrasa con los sentidos evidentes de un mundo del que han desertado los dioses. Las identidades solitarias que están en juego aquí evocan insistentemente la lírica antigua (y muy moderna) que Nietzsche reclamaba en ‘El nacimiento de la tragedia’ con la imagen imperecedera de un dios decapitado, aquella inolvidable “estatua sin cabeza de un dios” cuyo desmembramiento evoca un mundo devastado pero que sigue en pie. De manera tal que estos cuentos, ciertamente asombrosos, despliegan una escritura poderosísima que se afana por conocer lo inaccesible, el daño irreparable y lo que no debería tener nombre, cartografiando un poder crítico en torno a unas figuras, la mayor de las veces femeninas, hechas pedazos por el peso de un mundo que no comprenden. Es así en 'Si yo fuera alguien (Pombero)' en el que se afirma: “Soy un despacio entre muchos rápidos. Mi caminata es, por la selva, un aire lento. Llevo en mí las hojas que se han desprendido de sus tallos.” O en 'No sería (Dunka)' en el que una niña, que es obligada a casarse, aparece descrita “como un cántaro roto.” O en 'Casi nadie (La bella Marioka)' que sostiene a la sempiterna figura de una abuela a cuya nieta las ruedas de un molino “le importaban más que el resto inexpresivo de las cosas.”