El perfume funerario que desprendía su último álbum con canciones nuevas, ‘Letter to you’ (2020), era tan solo un recordatorio de la fugacidad de nuestra existencia, y eso para Bruce Springsteen solo puede equivaler a un pacto con la vida corregido y aumentado. El Boss volverá a Barcelona este mes habiendo dejado una estela de noches fogosas, comprometidas y de alto rigor ejecutivo en su gira por Estados Unidos, como la de este sábado en una plaza histórica como es el neoyorkino Madison Square Garden.
Seis años de hibernación de su entente con la E Street Band le precedían, de modo que este Bruce ya es un señor en la setentena que parece haber refrescado los motivos que un día le empujaron a hacer canciones y a cantarlas en público. Podían percibirse destellos de un fragor juvenil en su vocalización sentida y los punzantes solos de guitarra, transitando de la gravedad al gag de ‘showman’, del lamento por los amigos perdidos al despiporre del tramo final: Bruce, abriéndose la camisa, a pecho descubierto como en el ‘No nukes’, atacando ‘Tenth avenue freeze out’ sin dejar de recordar al ‘Big Man’ Clarence Clemons y a Danny Federici.
El último superviviente
Los conciertos de Springsteen han derivado a veces (sobre todo en Europa) hacia el ‘grandes éxitos’ sin mayores coartadas, pero este ‘Tour 2023’ sorprende por ahora con un guion de cierta estabilidad en el que se adivina un mensaje de fondo. Veremos si se mantiene cuando cruce el Atlántico. En el Madison fueron 27 canciones, rozando las tres horas, incluyendo cuatro de ‘Letter to you’ que anclaron la sesión en el diálogo con una materia poco simpática como es nuestra esperanza de vida. Ahí estuvo ‘Last man standing’, donde contó cómo la muerte de un viejo colega, George Theiss, le hizo percatarse de que él era el único superviviente de su temprana banda The Castiles.
Era como si los grandes temas de la literatura ‘springsteeniana’ cobraran una forma más trascendente y creíble si cabe, desde ese arranque a toda vela con ‘No surrender’. Los viejos ideales de juventud, el compromiso y la esperanza (‘Prove it all night’, ‘The promised land’), el misterio femenino (‘Candy’s room’) y un garbeo sin prisas por los rincones del viejo New Jersey, con un par de perlas de hace 50 años, ‘Kitty’s back’ y ‘The E Street shuffle’, sublimadas por los metales y las coristas, con su swing y su vibración jazz-soul. Más delicias revisitadas: un furioso ‘Trapped’, el ‘cover’ de Jimmy Cliff, el asalto a ‘Johnny 99’ con vistas a Nueva Orleans.
Calles en llamas
Al seguir un guion casi fijo noche tras noche, a los ‘E streeters’ se les vio esmerándose en cada tema, mimando detalles e inflexiones. La refinada base perenne de Roy Bittan al piano, los solos de Nils Lofgren (‘Because the night’), las caligráficas entradas en tromba de Jake Clemons y su paseo en ‘Jungleland’ (debut en la gira), con un público que se sabía hasta la crítica estrofa final del tema, apuntando a esas “calles en llamas en un vals mortal”, con el rostro del Boss iluminado de rojo. Un abrumador Max Weinberg, el ácido coleguismo de Little Steven y esos metales que aportaron matices, un poco sacrílegos, a ‘Thunder road’ y ‘Born to run’. Banda de 17 piezas, sin Patti Scialfa, baja desde hace algunas noches.
Aunque al final cayeron ‘Glory days’ y ‘Dancing in the dark’, el repertorio miró hacia los 70 más que a cualquier otra década (14 canciones). Sin dejarse ‘Rosalita’, la más divertida, con las luces del recinto encendidas y ambiente de fiesta gorda. Y retomando el hilo en la despedida con ‘I’ll see you in my dreams’, balada de ‘Letter to you’ en la que se vislumbra un horizonte acogedor tras la última morada.
Springsteen ha sido últimamente noticia por temas turbios, la polémica derivada del precio de las entradas, particularmente la parcela ‘dinamica’ y la de reventa (en Nueva York alcanzaron estos días los 11.000 dólares), pero esta noche todo eso quedó lejos, muy lejos. Es presumible que vaya a ser así en el arranque de gira europea, el 28 y 30 de abril en el Estadi Olímpic.