Desde el pasado enero y coincidiendo con el año nuevo, todos los libros de autores extranjeros publicados por Anagrama han incorporado un sutil pero trascendental cambio en sus portadas: ahora incluyen el nombre del traductor. Detrás de ese gesto que a priori podría parecer una decisión relacionada con el diseño gráfico hay, claro está, mucho más: un reconocimiento largamente ansiado de una labor, la del traductor, tradicionalmente mal remunerada y casi siempre eclipsada por el autor. Y también una reflexión implícita que todos los lectores deberíamos plantearnos: ¿quién ha escrito realmente lo que leemos cuando leemos literatura extranjera? ¿Nos importa? ¿Hasta qué punto?
Literatura
El final de los traductores invisibles
Anagrama es la última editorial en sumarse a un gesto discreto pero revolucionario: incluir el nombre del traductor, casi siempre ninguneado, en la portada de sus libros: ¿nos importa realmente quien ha escrito lo que leemos cuando leemos a autores en lengua extranjera?
Los traductores Inga Pellisa, Xesús Fraga y Ana Flecha.
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