Con energía inesperada se ha instalado el calambur como figura retórica fundamental de nuestra posmodernidad alicatada hasta el techo. A fuerza de escucharlo, nos habíamos creído que eran la paradoja y la ironía el signo de los tiempos, pero una canción -lírica contemporánea, poesía actual, versos hodiernos con lache aspirada- nos ha abierto los ojos como sociedad, nos ha puesto frente a frente con los grandes problemas de nuestros días, y, no en menor medida, nos ha recolocado en la tradición literaria de la poesía satírica y burlesca. Ahí está todo el país, todo el mundo si me apuran, hablando de Lucilio, de Marcial, de la poesía yámbica griega, de la literatura latina en su conjunto y del Barroco. Mientras tanto, en el gallinero mediático, algunos confunden Presley con Preysler, y a Lisa Marie con Isabel. A lo lejos, o se escucha el "te amaré, te amaré" como banda sonora de la misa del gallo o nieva.
Periféricos y consumibles
El juego del calambur
La nueva sesión de Bizarrap y Shakira.
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