Somos los espectadores que asistimos a la representación. Son los autores reales, implícitos, imposibles. Son las psicólogas de los dramaturgos. Y los psicólogos de las actrices. Son los adolescentes que se desatan en las sesiones vespertinas de las discotecas. Son las niñas que contemplan el eclipse con sus gafas de película de serie B y ya no se las quitan y son actrices irremediablemente. Son los actores y las actrices que entregan el Goya, que ganan el Goya, que pierden el Goya. Es el padre huido, desaparecido, muerto. Son los narradores que nos dan su palabra, pero mienten. Los farsantes son los sueños, las pesadillas, las realidades. Los directores de cine de culto. Los pasajeros de aviones transoceánicos atravesados por un rayo que no cesa. Farsante es también un zapato rojo, de tacón. Farsantes los maestros, los discípulos, los mentores, los mentirosos, las ejecutivas poco agresivas.
Periféricos y consumibles
Los farsantes
Imagen promocional de la obra de teatro ’Los farsantes’, de Pablo Remón /
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