Khristen nace, muere y resucita. Conjuga tres verbos que ni el más común de los mortales se atrevería a colocar en una misma frase, y además los conjuga cuando ni siquiera ha aprendido a hablar. Estuvo muerta el tiempo suficiente como para pensar que, en su resurrección, sería especial. Por eso su madre cree que está destinada a hacer grandes cosas: a convertirse en brújula de la Humanidad, ella que se ha deslumbrado con la luz blanca del Hades para iluminar a los vivos. Afortunada o desafortunadamente, Khristen no se orienta, no ve nada que no vean los demás. No es una Greta Thunberg visionaria que regresa del purgatorio, porque el planeta Tierra de 'La rastra' es el purgatorio. En su primera novela en 20 años (¡y vaya novela!), Joy Williams describe el periplo de Khristen por el apocalipsis sin convertirla en mártir ni en agente redentor; esto es, elude por completo todas las tentaciones didácticas de la distopía ecológica, quizás porque sabe que no hay nada que enseñar que no hayamos destrozado ya.
Crítica de libros
'La rastra', de Joy Williams: paseo por el planeta muerto
La autora norteamericana construye un jeroglífico fascinante sobre el apocalipisis ecológico en su primera novela en 20 años
La autora con uno de sus perros.
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