Un hombre pierde la piel y las extremidades, y queda transformado en una mosca gigante. La mano de otro individuo se convierte en un arma biomecánica inteligente. Una mujer lame la sangre de su bebé recién nacido. Un joven copula con una pierna, a través de una cicatriz con forma de vulva. Alguien se saca una pistola del abdomen. Una cabeza humana explota en mil pedazos en riguroso primer plano. Una filmografía llena de imágenes como esas ha convertido a David Cronenberg en uno de los cineastas más extremos y perturbadores que existen. “El proceso de civilización nos ha hecho suprimir nuestros impulsos más depravados, y por eso somos capaces de reunirnos sin matarnos los unos a los otros, pero como artista yo trato de explorar ese lado del ser humano que es destructivo, y que me fascina”, explica el cineasta canadiense al respecto de ese método creativo, que justifica sobradamente el Premio Donostia en honor a su carrera que el Festival de San Sebastián le ha concedido este miércoles.
Festival de cine
Cronenberg: “Me fascina el lado destructivo del ser humano”
El cineasta canadiense, uno de los más extremos y perturbadores que existen por su concepción del terror corporal, recibe el Premio Donostia en honor a su carrera
David Cronenberg, de la A a la Z: un diccionario del horror corporal
David Cronenberg, en el Festival de San Sebastián /
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