Por ser un gran tímido, un escéptico y un abstemio, un hombre alérgico a las convenciones y a las convicciones, un contestatario de corazón, se podría decir que Godard nació sabio y culto, peinado y mimado, burgués y sentimental y dedicó su tiempo -en obra y vida- a despojarse de sí mismo, quemando sus riquezas, cuestionando sus privilegios, escapando de sus sentimientos, avanzando hacia atrás cuando todos lo hacían hacia adelante, haciendo películas cada vez más interrogativas y seminales, aislándose paulatinamente de un mundo que le recibió como un príncipe y del que se ha despedido como un náufrago, ascético, socialista, sin afeitar y probablemente con el pelo más largo que nunca. Cómo un joven, ya digo.
OPINIÓN
Godard ha muerto de joven, me atrevería a decir
Jean-Luc Godard junto a la actriz Jean Seberg. /
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