Aunque el verdadero susto sea la cuenta del chiringuito o, en un despiste, la sustracción del bolso y las chancletas, siempre advierto que, antes de unas vacaciones en la playa, absténgase de visionar la película Tiburón (Spielberg, 1975). Metidos en el agua, seguro que nos persigue la banda sonora de John Williams hasta que el roce con una bolsa de plástico desate el pánico: ¿es la piel del feroz escualo? La literatura y, sobre todo, el cine, no han sido la mejor campaña de relaciones públicas para el denostado gremio de los tiburones. En vez de proteger a estos peces tan necesarios para el equilibrio de mares y océanos continuamos cazándolos: matar al 'malo'. Lo mismo podemos decir de otra cinta que también causó estragos en la psique del espectador. Me refiero a Los demonios de la noche (Stephen Hopkins, 1996). Aquí, el colosal tiburón blanco es sustituido por una pareja hambrienta de leones que cazan a sus presas humanas sin compasión.
Animal imponente
El falso mito de los leones asesinos de hombres
Con el estreno de la película 'La bestia' regresa un cliché cultural humano cimentado en el episodio real ocurrido en Tsavo, Kenia, a finales del siglo XIX y amplificado por la literatura y el cine
Patterson posa con uno de los dos leones que mató en Tsavo.
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