Sergio Caballero, codirector de Sónar y responsable de sus alucinantes campañas de imagen, relataba hace un par de meses a este diario los problemas con que el festival se topó en los albores de los años 90 para conseguir patrocinadores: “Buscabas marcas y no entendían nada. La electrónica era el demonio. La gente, incluidos periodistas, esperaba de un artista que sudara en el escenario, no que pulsara botones en una máquina”. La rancia suspicacia no solo ponía en duda que una sesión de ‘disc-jockey’ fuera música, sino también un concierto de hip-hop, con sus bases rítmicas pregrabadas, o un supermontaje audiovisual de, pongamos, The Chemical Brothers o Daft Punk: ahí no había guitarras ni baterías ni teclados al uso, sino un par de tipos en la penumbra manipulando platos, botoneras y 'laptops'. Eso, se decía, no era una concierto: era un karaoke con máquinas.
Opinión
Rosalía y 'Motomami': ¿un concierto sin músicos es un concierto?
La vetusta concepción sobre la música en directo, que considera que sobre el escenario debe haber músicos de carne y hueso, rebrota con la gira de Rosalía en un rancio debate que parecía superado desde los años 90
Críticas al ’Motomami World Tour’ de Rosalía por su puesta en escena sin músicos. /
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