Aquí llega Joan Fuster, el valenciano ’torracollons’. El hijo de carlista. El incómodo intelectual porque nunca ejerció como tal. El que según considera Manuel Vicent se atrevió a decirles a los valencianos -‘Nosaltres, els valencians’- quiénes eran, lo que no siempre fue bien recibido ni por parte de la izquierda ni, por supuesto, de la derecha. El que acuñó el controvertido pancatalanismo y ejerció como Papa del mismo, frente al valencianismo ‘blavero’. El político que se tragó al escritor. El que execraba de fallas y paellas como símbolo de identidad. El que se salvó de dos bombas ultras que pretendían acabar con él en su casa de Sueca y nadie investigó.
Llega con el centenario de su nacimiento y con el ‘decíamos ayer’ de la continuación de su ‘Obra completa’, la segunda tentativa editorial que hace 20 años se inició con tres entregas y ahora, aniversario obliga, continúa con otras dos, la cuarta y la quinta de la serie, publicadas por Edicions 62 con el apoyo de la Universitat de València y la Institució Alfons el Magnànim. El proyecto, al cuidado de dos buenos conocedores de la obra fusteriana, Josep Palacios, heredero del autor, y el historiador Antoni Furió, tendrá próximamente un sexto volumen donde se recogerán los textos más políticos.
El lector y el crítico
Los dos volúmenes actuales estarán en librerías el próximo 6 de julio y recogen los libros y artículos sobre lengua y literatura del autor. El primero, ‘Dels origens a la Renaixença’ y el segundo, ‘Època contemporània’, exploran su faceta como lector y crítico. Articulados en forma de libro o directamente aparecidos en prensa, los artículos -muchos de ellos en castellano pero con traducción revisada por el propio autor- dan cuenta de su personalidad lectora y de su inagotable actividad: cerca de 20.000 páginas impresas. "Escribió tanto porque no tenía otra fuente de ingresos. Había estudiado abogacía pero no ejerció y su ingreso en la universidad tardó en llegar", explica Furió, que recuerda aquella significativa declaración de Fuster, gran creador de aforismos que hoy podrían ser excelentes tuits: "Mi profesión es ser Joan Fuster. Mi oficio es escribir, morir debe de ser dejar de escribir".
Evoca Furió el carácter nada apacible del autor: "Era un gran conversador y le gustaba muy especialmente la discrepancia que cultivaba con sus amigos y sus no tan amigos", algo que le creó bastantes 'haters'. "Respecto a la lengua catalana, era partidario de un registro poco académico y más popular, lo que le valió algún rechazo, que hoy juzgaríamos ridículo porque es una discusión que históricamente quedó zanjada a su favor en los años 90". Para el historiador, el antiacademicismo de Fuster, su clara legibilidad, conectó a la perfección con las clases populares y los universitarios. Así, celebra que la recepción que su obra, leída en los institutos, sea ahora en Valencia tan distinta de lo que fue en los 70 y 80. "Es extraordinario que, después de 24 años de gobierno de la derecha con Rita Barberá, en el lugar donde lo insultaron y quisieron destruirlo, hoy tenga esa repercusión. Hoy el anticatalanismo en el Pais Valencià ya no es lo que era".