Aniversario de una obra capital

Bloomsday: así dinamitó James Joyce la tradición literaria

Marilyn Monroe, mientras leía el ’Ulises’, en el rodaje de ’Vidas rebeldes’. / El Periódico

Sí, hay que decirlo alto y claro. Aquellos que intentan por primera vez hincarle el diente a ‘Ulises’, el libro que James Joyce logró publicar tras una larga y compleja epopeya de incomprensión y censura un dos del dos de 1922 se debaten entre el miedo respetuoso, el aburrimiento frente a un texto más bien ininteligible y el temor a quedar como un palurdo si se tira la toalla. Esos lectores no están solos. Son bastantes aquellos, entre ellos no pocos escritores e intelectuales, que confiesan haber abandonado el libro abrumados por los juegos de palabras, las parodias, las jerigonzas, las alusiones a la historia irlandesa, las palabras inventadas por el autor y el 'slang' barriobajero que ocultan una sencillísima trama en la que apenas pasa nada. Pero siguen siendo muchos lo que se acercan al texto como si se tratase de la Biblia, no tanto por su aura sagrada (que también) sino picoteando versículos entre sus páginas, más atentos al episodio (el de Molly Bloom al final de la novela suele ser el preferido) que al relato. De hecho, Faulkner (otro autor nada sencillo) aconsejaba fe y paciencia para acceder a su lectura. ¿Hay que juzgar un texto por su legibilidad? Si es así, la novela, que no lo que pone fácil, se ganaría un cero pero hay muchos otros aspectos en ‘Ulises’ por los que merece ganarse un sobresaliente ‘cum laude’.