Hace casi diez años, el 17 de agosto de 2012, cinco chicas con pasamontañas tomaban el altar de la catedral de Cristo Salvador, de Moscú, a golpe de guitarrazo punk, para pedir a la madre de Dios que echara a Putin de su país. La actuación del grupo, Pussy Riot, fue abortada tras apenas un minuto y la sentencia que les cayó encima, de dos años de cárcel, no las escarmentó contra seguir adelante con su arriesgada misión: “Denunciar la situación que vive Rusia, que ahora ha empeorado drásticamente con la guerra”, apunta a este diario por vía telefónica su portavoz Maria (o Masha) Aliokhina.
Enemigas públicas del régimen ruso
Masha, de Pussy Riot: "Putin es un maniaco pretendiendo ser un nuevo Stalin"
El colectivo punk sale de gira por Europa para denunciar la guerra de Ucrania con el espectáculo ‘Riot days’, después de que Masha, Maria Aliokhina, en arresto domiciliario por su labor activista, huyera de Rusia para instalarse en Islandia
Una actuación de Pussy Riot. /
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