Cuenta atrás del festival

Sobredosis de baladas: ¿Eurovisión ha dejado de ser un festival frívolo y divertido?

Achille Laura besa a su guitarrista Boss Doms durante la intepretación de ’Stripper’ en la segunda semifinal de Eurovisión / Marco Bertorello / AFP

La sonada eliminación de San Marino en la segunda semifinal de Eurovisión dejó al festival huérfano de una de las propuestas más asombrosas de su historia. Tocado con sombrero de cowboy y enfundado en un mono transparente de Gucci, Achille Lauro enloqueció a la audiencia del Pala Alpitour de Turín con su beso en la boca al guitarrista Boss Doms y, sobre todo, con su baile final a lomos de un toro mecánico tapizado con capitoné rojo. Un monumental espectáculo de fuego y brilli-brilli que, sin embargo, quedó fuera de la final, como en la primera semifinal había sucedido con la intimidante Ronela Hajati, representante de Albania, cuya rotunda 'Sekret', cargada de ritmos folclóricos y gestualidad subida de tono -manos a la entrepierna incluidas- fue privada del éxito antes de tiempo para enfado monumental de sus muchos eurofans.