Sería una lástima que la despedida de Tamara Rojo de los escenarios pasara desapercibida, ya que se trata de una de las bailarinas españolas más destacadas de los últimos tiempos. Ganadora, con Maya Plisétskaya, del Príncipe de Asturias el 2005, desde sus inicios con Ullate ha sabido forjarse un camino internacional sólido gracias a un talento natural y un ángel que la iluminan por dentro. Se despide en el Gran Teatro del Liceu con uno de sus papeles fetiche y con una coreografía que realza su faceta más espiritual, al margen de su más que demostrada virtuosidad: el de Giselle.
Crítica de danza
Tamara Rojo, la Giselle del siglo XXI
En esta versión de Akram Khan estrenada por fin en el Liceu la bailarina brilla lo justo pues es una pieza coral en la cual todos se mueven con un mismo latido
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