Crítica de libros

Crítica de ‘Piedra, papel, tijera’: un diagnóstico crudo del espacio postsoviético

  • La sombra de la muerte, el azar gélido y la violencia atraviesan de parte a parte esta docena de cuentos del escritor ruso, que compagina las letras con el ejercicio de la medicina.

El escritor ruso Maxim Ósipov, en el Bar Velodrom de Barcelona. / Joan Mateu Parra

A veces se da la peculiar alquimia de que el escritor compagina las letras con el ejercicio de la medicina, mixtura de la que han brotado frutos incandescentes, también en la literatura rusa. Mijaíl Bulgákov, por ejemplo, cuyos cuentos recogidos en ‘Morfina’ beben de su experiencia como médico rural en la provincia de Smolensk. Y Vasili Aksiónov, quien pintó en la novela ‘Una saga moscovita’ un fresco imponente de lo que supuso el siglo soviético. Y, por supuesto, el maestro Antón Chéjov. Se produce una electricidad rara en estos doctores escribientes, como si al auscultar a los enfermos a través del estetoscopio, al escuchar la mecánica del corazón y el fuelle de los pulmones, absorbieran asimismo el susurro de lo esencial de la vida, el ritmo del metrónomo, aquello que de verdad importa. Este es el caso también de Maxim Ósipov (Moscú, 1963), cardiólogo en el hospital público de Tarusa, a un centenar de kilómetros de la capital rusa, quien ya nos sorprendió hace unos años con ‘El grito del ave doméstica’, y remata ahora el embrujo con ‘Piedra, papel, tijera’ (Libros del Asteroide / Club Editor), una gavilla de cuentos escritos entre 2009 y 2017.