La acción de este primer filme como director del actor Daniel Brühl arranca en un lujoso y ordenado ático berlinés. El protagonista, también actor, se levanta de la cama, prepara el desayuno y ensaya un texto. Su esposa sigue en la cama y sus dos hijos pequeños, bastante revoltosos, están al cuidado de una criada latinoamericana. Se arregla cuidadosamente, sale a la calle y, como tiene tiempo de sobra antes de tomar el avión hacia Londres, donde tiene un casting para protagonizar una película de superhéroes, decide tomar un café en un bar cercano, en la puerta de al lado. Craso error. Allí encuentra a un vecino, al que apenas conoce, que se convierte en lo más parecido a su némesis. Como si se tratara de la escenificación de un relato de superhéroes cotidianos, actor y vecino conversan, discuten, rivalizan y se ensañan el uno con el otro hasta que el vecino empieza a explicarle demasiadas cosas que sabe de él. Brühl se rige por las reglas del texto, el espacio inalterable –el bar– y las interpretaciones, en un duelo en el que, al final, no hay vencedor ni vencido tanto en la ficción como en la realidad: Brühl está bien, casi auto-parodiándose a sí mismo como estrella cinematográfica con no pocas manías y ego, y Peter Kurth, el vecino díscolo, lo manipula a su antojo con sobriedad.
Estreno de cine
Crítica de 'La puerta de al lado': la estrella y su vecino
El actor Daniel Brühl se estrena en la dirección con esta historia de espacio único protagonizada por superhéroes cotidianos
Fotograma de la película La puerta de al lado.
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