Como en este venerable hotel londinense somos de estirpe tan novelera, ayer pasó lo que pasó: el desayuno se sirvió ya bien entrada la tarde, en plan merienda del Sombrerero Loco, y se quedaron sin repasar las habitaciones de los huéspedes, ay. La culpa la tuvo un libro… Aún no había amanecido del todo cuando una de las doncellas lo encontró abierto en el jardín, detrás del rosedal, sobre uno de los banquitos de hierro despintado, sus páginas removidas por una brisa que arrastraba consigo un extraño perfume, mezcla de océano y taberna iluminada con candiles de sebo. La muchacha se acercó; le atrajo la imagen de la cubierta, un viejo sable con la empuñadura de asta, pero fue al leer el título de la novela cuando no puedo más que traerla corriendo a la cocina y empezar a leérnosla en voz alta. Se nos fue el santoral completo al cielo.
Hotel Cadogan
Tabernas, casas de citas y conspiraciones: el Madrid oscuro de Fernando VII
'El enigma del convento', de Jorge Eduardo Benavides, recrea la España miserable y cainita de 1814
Retrato de Fernando VII, de Goya. /
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