Hasta el 4 de julio

Miró, guía de la modernidad en la Barcelona de la República

La Fundació Miró abre una exposición sobre la relación del artista catalán con el grupo ADLAN, intelectuales burgueses que rompieron con el Noucentisme

Sala de la exposición ’Miró-ADLAN’, en la Fundació del artista catalán. / FERRAN NADEU

Escribía Joan Miró al poeta y escritor J.V. Foix en noviembre de 1931 una carta invitándole a su casa, en el pasaje del Crèdit, número 4 de Barcelona: “Mi mujer y yo tendremos una alegría si el próximo viernes a las 10 de la noche vinierais con vuestra esposa a casa (…). Se recomienda un poco de puntualidad porque habrá también otros amigos”. Pero no se trataba de una cena mundana sino que el artista le anunciaba que el motivo era mostrar sus nuevas obras en primicia y en exclusiva a los, como él, socios del grupo ADLAN, los Amics de l’Art Nou. Eran artistas e intelectuales de la pequeña burguesía catalana, impulsados por Joan Prats, que, con Miró como faro y estandarte, jugaron un papel clave en la introducción de la modernidad cultural en la Barcelona de la Segunda República, entre 1932 y 1936 (al inicio de la Guerra Civil). Aquella fue una de las cinco exposiciones efímeras, selectas y privadas –solían durar unas dos horas- que montó el pintor –en su casa, en la del arquitecto Josep Lluís Sert o en las galerías de arte Syra y Catalònia- antes de llevar las piezas a París, Nueva York o Zúrich. 

Mapa de Barcelona, con las exposiciones de Ribó para ADLAN, en la muestra.

/ FERRAN NADEU

La exposición ‘Miró-ADLAN. Un archivo de la modernidad (1932-1936)’, que hasta el 4 de julio puede verse en la Fundació Miró, rescata los nombres de casi centenar de visionarios, entre los que además de Miró, Prats, Foix y Sert figuraban Magí A. Cassanyes, Ángel Ferrant, Sebastià Gasch, Robert Gerhard, Lluís Montanyà, Mercè Ros, Carles Sindreu, Josep Torres Clavé, Ramon Sala Parés, Joan Teixidor, Francesc Trabal, Carme Gombau o Xavier Berenguel. Un grupo que concebía la cultura como un espacio de libertad global, que “rompía con la herencia Noucentista más conservadora, para construir la modernidad de Barcelona en sintonía con la europea”, apunta Muriel Gómez Pradas, una de las comisarias junto a Jordana Mendelson y Joan M. Minguet.

Recortes de prensa del grupo ADLAN.

/ ARCHIVO DEL COAC

Durante aquellos cinco años el grupo ADLAN organizó más de 40 actos “heterogéneos, abiertos a todos los lenguajes artísticos, no solo la pintura, la arquitectura, la literatura o la música de cámara, sino también a los más populares, como el jazz, el circo, el cine, la danza o la fotografía”, explica Gómez. Y, pese a ser “convocatorias privadas de una pequeña élite de amigos en el entramado económico burgués”, que gracias a la mediación de Miró trajeron a Barcelona a primeras espadas internacionales como Alexander Calder, Man Ray, Hans Arp, Remedios Varo, Picasso o Dalí, buscaron y “hallaron una gran difusión en la ciudad gracias al impacto de la prensa de la época”. No en vano contaban con socios cómplices, como el propio Foix, que así describía a aquellas figuras: «Interesadas de una manera apasionada por todas las manifestaciones del arte y la literatura nuevas, siguen un programa lleno de audacia, pero al mismo tiempo de una discreción elegante”.

Portada de la revista ‘D’Ací i d’Allà’, ilustrada por Miró.

 

/ © SUCESIÓN MIRÓ / FUNDACIÓ MIRÓ. FOTO GASULL

Archivos de material efímero

“No es una exposición con documentos sino de documentos”, añade Gómez, y donde “las obras son también documentos”, apunta Minguet, en alusión a una quincena de pinturas de Miró, entre ellas, ‘Dona asseguda’ (1931) y ‘Flama en l’espai i dona nua’ (1932). Provienen mayoritariamente del archivo de la Fundació y del Colegio de Arquitectos de Catalunya (COAC) y buena parte son invitaciones, folletos, cartas, notas y recortes de prensa, fotos… que conforman una “exposición pequeña –señala Gómez- pero que cuenta muchas cosas de la microhistoria y las conexiones con la cotidianidad de la vida cultural del momento a través de ese material efímero”, preservado por el propio Miró, “que lo guardaba todo”, recuerda Minguet, pero sobre todo por Adelita Lobo, gestora cultural, secretaria y tesorera del grupo y antigua alumna de Francesca Bonnemaison, que guardó toda la documentación y elaboró un álbum, el Gran Bazar, con todas las actividades, remarca Mendelson.  

Destaca Minguet el “papel fundamental de Miró en ADLAN”. “En 1918, la clase social a la que pertenecía y los coleccionistas del Noucentisme le rechazan y se burlan de la pintura mironiana en su primera exposición, en la galería Dalmau, antes de ser rupturista y abstracta". Por ello se va a París, "pero manteniendo el contacto con la cultura catalana”, y en los años 30 se convierte en “un faro” para el grupo, que a él le sirvió “como laboratorio experimental” de su trabajo. Así, jugó Miró un papel decisivo en el número especial de la revista ‘D’Ací i d’Allà’, de invierno de 1934, que conciliaba el espíritu de modernidad republicana y las vanguardias artísticas y testimoniaba la sintonía con el GATCPAC (Grup d’Arquitectes i Tècnics Catalans per al Progrés de l’Arquitectura Contemporània), que se extendió al Pabellón español de la República para la Exposición de París de 1937, en el que participó el pintor. También se implicó en el proyecto de la revista ‘Síntesi’, concebida como órgano oficial del grupo. Pero la guerra lo truncó todo.