Circusland, la cueva de Alí Baba del circo

El trapecio y uno de los maillots de Pinito del Oro, la trapecista más famosa que ha dado Europa, o la bicicleta dorada que utilizaba Lily Yokoi, célebre tanto por sus acrobacias como por su alto caché son algunos de los tesoros que exhibe Circusland, el primer museo del circo de Europa, que este viernes ha abierto sus puertas en Besalú (Girona). Hacía años que Genís Matabosch hablaba de este proyecto que ha transformado una antigua edificación de Besalú -antes fue fábrica textil y también acogió el museo 'Micromundi'- en un espacio para descubrir la historia del circo a través de carteles antiguos, impresionantes piezas de vestuario y elementos circenses utilizados por destacados artistas. "El circo es cultura. Circusland da una visión general. Y esto es solo el principio pues está prevista una ampliación para hacer exposiciones temporales", explica Matabosch (Figueres, 1977), presidente de la Circus Arts Foundation y doctor en Historia del Circo de Europa por la Universitat de Barcelona (UB). Aunque la capacidad de Circusland es de 300 personas, solo 100 pueden visitarlo con las actuales restricciones del Procicat. "El edificio está bien ventilado y señalizado", explica su creador y diseñador. El público recorre sus 1.500 metros cuadrados siguiendo un circuito que empieza en la planta superior, donde sorprende una enorme maqueta a escala del Circo Gleich de Alemania, que recaló en Barcelona durante la Exposición Universal del 1929. "Permite ir al detalle y ver cómo funcionaba un gran circo ambulante de principios del siglo XX", dice Matabosch feliz de poder exponer de forma permanente esta joya, vista solo puntualmente en Girona. La exposición no arranca en la época romana -que nadie espere encontrarse con vestigios de gladiadores- sino hace más de 250 años, cuando Londres acogió los primeros espectáculos de pago protagonizados por caballos y jinetes capaces de increíbles acrobacias. "Todas las piezas son originales, no hay ninguna reproducción", indica Matabosch, admirando piezas que muestran los primeros teatros de circo donde actuó, por ejemplo, Philip Ashley, un oficial de la caballería inglesa que diseñó en un teatro cubierto una pionera pista redonda de 13 metros de diámetro. "El circo originario es a caballo. No hay ni acróbatas, ni trapecistas, ni payasos. Estas disciplinas se introdujeron después". Todas ellas tienen su espacio en el museo. El que más brilla es el dedicado a los payasos donde destacan una docena de vestidos de cara blanca, auténticas obras de alta costura realizadas con miles de lentejuelas por la desaparecida Maison Vicaire. "Invertían 300 horas de trabajo en cada uno". Hechos para epatar en la pista, ahora deslumbran en Circusland. El espectador solo ve una pequeña parte de todo el fondo documental acumulado por Matabosch en los últimos 30 años. Hasta ahora la inversión para comprar y adecuar el edificio ha sido de 1,7 millones de euros, con una aportación de la Generalitat de 750.000 euros y una de la Diputación de Girona de 500.000 euros. Circo en las venas Aunque él no desciende de una familia circense, lo lleva en las venas. De niño por Reyes solo quería cosas relacionadas con el circo. Era una obsesión. Su madre recuerda: "Cuando salíamos de un espectáculo, ya quería ver otra función. Decía que nunca era igual. ¡Y tenía razón!". La mujer tenía la paciencia de esperarle mientras él hablaba con los artistas al acabar el 'show'. Desde hace años su pasión se ha convertido en mucho más. Matabosch dirige el Festival Internacional de Circ de Girona y el Gran Circ de Nadal, tanto detrás de las bambalinas como en escena pues ejerce como presentador. Solo le faltaba el museo y ya lo tiene. ¿Qué será lo próximo?

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