Crítica de 'McCartney III': Paul, solo y a sus anchas

Si con el elepé ‘McCartney’ (1970), Sir Paul gritó en su día un “¡dejadme solo!” para dar carpetazo a los años ‘beatle’, y una década más tarde ‘McCartney II’ (1980) presagió de modo igualmente drástico el final de The Wings, ahora ‘McCartney III’ lanza una nueva señal de reclusión, esta vez inducida por una fuerza mayor, el funesto covid-19. Obra, como aquellas, grabada a solas, en la que ‘Macca’ entrega un cancionero despierto y disperso, cohesionado por el tacto del ‘hazlo tú mismo’, donde lo imaginamos disfrutando a sus anchas y haciéndole un corte de mangas a la noción, ya obsoleta, del álbum empaquetado para conquistar la radiofórmula. Apeado hace tiempo de la carrera por el ‘hit’, Paul McCartney se acoge ahora al estado de excepción (anímica) para hacer un álbum propenso al giro quizá caprichoso, o aventurado, pero rico en ideas y audacias, que evoca a aquel lejano primer volumen en sus trazos acústicos y al segundo cuando juguetea con la electrónica. Sus vaivenes lo hacen ajustado al zapping de estilos tan propio del consumo musical moderno: bucólico guitarreo folk y acordes rock encrespados; experimentación con vistas al trance, vestigios de blues y livianos ‘groove’ bailables. Y modulando la voz hacia los extremos, inyectando falsetes o adoptando la gravedad del cantautor otoñal (¿es realmente suyo el vozarrón con que arranca ‘Women and wives’?). Tiempo para plantar árboles El origen de ‘McCartney III’ está en una pieza inconclusa de los 90 titulada ‘When winter comes’, que se desdobla ahora en el tema de apertura (guitarra en modo ‘fingerpicking’ abriendo camino a un bucle hipnótico con batería ruda y brochazos de sintetizador), y el que cierra el disco, elogio del recogimiento invernal, donde el artista nos confiesa que su mayor inquietud es “encontrar el momento para plantar algunos árboles / allá en el prado donde fluye el río”. Antes de alcanzar tan excitante conclusión, McCartney recorre a placer caminos en zigzag salpicados por pensamientos en torno a la fama (‘Pretty boys’, apuntando a unos “objetos del deseo” que bien podrían ser los Beatles) y por reflexiones legibles en clave pandémica: el fondo angustiado de la musculosa ‘Find my way’ o las negras conjeturas sobre el futuro de ‘Seize the day’, en contraste con una colorista complexión pop digna de ‘Sgt. Pepper’s’. En el corazón del disco, y en su cumbre, los ocho minutos de ‘Deep deep feeling’, divagación en torno al amor tirando de una dinámica serpenteante, con capas disruptivas y un estribillo que cabalga sobre otro. McCartney de laboratorio, construyendo a los 78 su catedral de baja fidelidad y demostrándonos (como ya hizo años atrás en álbumescomo ‘Chaos and creation in thebackyard’, 2005) que la canción pop no es para él un objeto cerrado y definido, y que entraña misterios felizmente pendientes de resolver. OTRAS NOVEDADES Sin deslices de rock alternativo y con su carismático flow a pleno rendimiento, Kid Cudi entrega un final de trilogía a la altura de los dos emblemáticos primeros episodios, los álbumes que cimentaron su reputación. El rapero de Ohio describe su eterna lucha consigo mismo (o su alter ego maléfico, Mr. Rager) en versos hirientes engrandecidos por la producción de viejos colegas como Mike Dean, Dot Da Genius y Emile Haynie. En la emotiva “Lovin’ me”, la estrella indie-folk Phoebe Bridgers canta sobre recordar que tu mejor amigo has de ser, hoy y siempre, tú mismo. – Juan Manuel Freire En la cuarta ‘mixtape’ de Soto Asa tampoco hay un desliz: sigue sin salirse en ninguna curva, sin equivocarse. Cuando acelera desde su tranquila posición en el ‘underground’, rápido se pone en cabeza. ‘Coupé’, de nueve temas, es un trabajo continuista: sigue agrandando su lista de éxitos de reguetón oscuro, fronterizo con el universo del trap, y presentando de nuevo su galaxia digital. Sus conexiones en este álbum (con Bad Gyal, Yung Beef y La Zowi) muestran la trascendencia del personaje y su obra. - Ignasi Fortuny Aquí está todo: la capacidad aparentemente infinita para improvisar, las montañas rusas emocionales, el virtuosismo, la severidad, la dulzura, el momento para el blues. Los recitales a piano solo de Keith Jarrett son un género en sí mismo, un lenguaje. Y este disco doble, 14 piezas más bien breves para sus estándares, tiene algo de última voluntad. Lo grabó en concierto en 2016, poco antes de que dos derrames le alejaran, quizás para siempre, del piano. A la altura de sus mayores logros. - Roger Roca La pandemia, solapada con una separación, alimenta este bello y aventurero cancionero del trovador valenciano. Material detallista y de amplio espectro, que, a partir de la fuga cósmica del tema de apertura, ’18350 dies / Stereotype’, revela cierta tendencia a la melancolía ensoñadora, sin perder de vista la pasarela ‘funky’ y las guitarras enfurecidas. Carrusel emocional rico en recursos, que culmina en un monumento de trasfondo ‘beatleiano’, invitándonos a caer en “los brazos del amor”. - Jordi Bianciotto

‘McCartney III’

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