El príncipe de Gales llevaba dos años colgado en una adictiva relación con una divorciada americana sin que la prensa británica dijera una sola palabra. La alta sociedad estaba al tanto del idilio. La pareja no era especialmente discreta. Se prodigaba en fiestas, cacerías, vacaciones en el Mediterráneo. No dejo de verse cuando el heredero subió al trono. En verano de 1936, los periódicos en Estados Unidos y Europa hablaban y hablaban de aquella ‘liaison dangereuse’ del rey de Inglaterra. En Londres, los propietarios de los grandes diarios acordaron mirar para otro lado. La consigna fue proteger a la Corona y las reliquias de la era victoriana. El silencio duró hasta que el obispo de Bradford cuestionó desde el púlpito el comportamiento de Eduardo VIII. Solo entonces los británicos tuvieron la primera pista que conducía a Wallis Simpson y a la crisis constitucional que se avecinaba.
UNA SERIE DE ÉXITO
La familia real británica, según 'The Crown'
El príncipe de Gales y Lady Di, en la cuarta temporada de ’The Crown’.
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