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Roma saca a la luz la fastuosa colección de estatuas de los Torlonia

Los "mármoles de Torlonia", la mayor colección privada del mundo, abiertos al público / periodico

Rossend Domènech

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"Ante todos está Dios... Después viene el príncipe Torlonia, luego los guardias del príncipe, después los perros de los guardias, luego nada, después aún nada y, finalmente, los patanes y se puede decir que aquí termina". El escritor Ignazio Silone, Nobel frustrado por el Partido Comunista Italiano (PCI) por heterodoxo, retrata en una frase de la novela 'Fontamara' lo que fue la familia Torlonia en Italia. Sus territorios llegaron a extenderse desde casi Génova hasta el Reino de Nápoles. Habían nacido como agricultores, después mercaderes, más tarde ricos, más adelante riquísimos. Fundaron un banco, después otro, y prestaban dinero a todo el mundo. Hasta hoy, cuando el último de sus institutos, el Banco del Fucino, depauperado y con 100 millones de deuda sobre un capital de 1.000 millones (los bienes familiares ascienden a otros 2.000 millones), está en litigio en los tribunales. Otrora, durante los Estados Pontificios, el banco fue considerado como una sucursal del Banco del Vaticano (IOR), metáfora y realidad de una familia para la que el Vaticano era su casa.

A través de generaciones familiares y luego principescas, que se remontan al siglo XVI, los Torlonia acumularon una colección de obras de arte, principalmente esculturas, que va desde siglos antes de Cristo hasta algunas centurias después. Las colocaron en un museo privado, cerrado desde 1979, y desde entonces han estado almacenadas en los sótanos del edificio, polvorientas y en la oscuridad, fantasmagóricas. Un lugar al que en los años 80 del siglo pasado los cronistas de la 'leyenda' iban de escondidas y con linternas para verlas y pasmarse, con la misma aprensión que puso Federico Fellini en los subterráneos de Roma durante el filme homónimo. Sin que, en este caso, el aire nuevo de la modernidad exterior las pulverizase.

Y ahí están, cerca del Capitolio romano, visibles al público general, las dos Venus en cuclillas, impúdicas y serenas en sus desnudeces, íntegras, sin haber pasado por el cincel de Daniele da Volterra, el 'braghettone' censor del papa Pío IV y del Concilio de Trento. Más allá, los falos relajados de unos sátiros aparentemente distraídos frente a los muslos espontáneamente cerrados y tentadores de las ninfas a la espera, seducidas. Siguen Eirene y Ploutos (la paz y la riqueza) y el guerrero indiferente a sus propias piernas abiertas, mientras se aleja y se defiende de algo invisible. Bajorrelieves, sarcófagos, una galería de bustos romanos, Atenas...

Todo repartido en cinco secciones, en unas salas concebidas por los comisarios Salvatore Settis y Carlo Gasparri, lo mejor del país, puestas en solfa por David Chipperfield Architects Milano, organizado por Zétema Progetto Cultura y catalogado por Eletta. Bugari y la Fundación Torlonia han puesto el dinero. Brooke Shields, con un bisabuelo Torlonia, estaría satisfecha. Y también Benito Mussolini, que en alquiler vivió, con refugio atómico incluido, en la Villa Torlonia de Roma. "La colección de las colecciones", la llaman desde siempre. Las obras van desde el siglo III antes de Cristo hasta otros tantos después. Proceden de compras, trueques, excavaciones propias en los territorios de la familia de príncipes y princesas.

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Por la zona de la Via Appia de Roma hay un lugar que aún se conoce como el 'estatutario', por la cantidad de estatuas que allí fueron halladas por los Torlonia. Bernini y otros artistas las restauraban, el napoleónico Giuseppe Valadier les construyó un albergue de disfrute privado, de tal manera que hasta hoy las obras no habían sido vistas por casi ningún especialista. La ciudad de Roma les dedicará un museo exprés y una escuela de restauración anexa, de unos 5.300 metros cuadrados, con vistas sobre los Foros Imperiales. "El Estado italiano está dispuesto a destinar recursos adecuados para hospedar la colección Torlonia", ha ilustrado el ministro de Bellas Artes, Dario Franceschini. Como escribiera Silone, "se puede decir que aquí termina"... la leyenda de 'los mármoles de Torlonia'.

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