Buscando una floristería para la foto, acabamos bajo el emparrado de una buganvilla, la que plantó la florista Maria Ponsà hace 16 años en un alcorque frente a su establecimiento, en la esquina de Rambla de Catalunya con Còrsega. Sin muchas esperanzas de sobrevivir, el esqueje acabó convertido en un árbol majestuoso a base de tiempo, agua y empeño. Lo mismo ocurre con la amistad y la poesía, el binomio del que beben estas líneas. Y el decorado vegetal, ¿para qué? Pues porque el nuevo poemario de Alejandro Palomas se titula ‘Una flor’ (Letraversal), y porque el autor barcelonés se crio precisamente en la floristería que regentaban su madre y su abuela, La Pimpinela, donde le asignaron de niño la responsabilidad de quitar las espinas a las rosas. En cierta manera, a eso se ha dedicado en la vida.
BARCELONAS
De flores y pingüinos
Alejandro Palomas, premio Nadal en el 2018, publica un poemario escrito en el silencio de Tierra de Fuego
Alejandro Palomas, bajo la buganvilla de la floristería Ponsà, en Barcelona. /
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