Sobre la figura del antidisturbios caen toneladas de demagogia. Sus actuaciones más complejas suceden bajo el foco mediático –la estética de los altercados es irresistible para los periodistas gráficos– y pueden desencadenar las crisis políticas más profundas –solo en Catalunya han dimitido en los últimos años dos directores generales de la Policia (Rafael Olmos y Manel Prat) y un 'conseller' de Interior (Felip Puig) por conflictos vinculados al orden público–. Su condición de depositarios de la fuerza legal en una democracia, el aspecto oscuro que otorgan los equipos antitrauma que visten o el eco que reciben los casos de mala praxis en comparación con la nula visibilidad que tienen la mayoría de sus intervenciones –las menos polémicas que discurren lejos de la violencia– los han convertido en policías enigmáticos sobre las que abundan opiniones a menudo desinformadas y casi siempre negativas.
Examen a la serie
Verdades y mentiras de los antidisturbios de Sorogoyen
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