"De entre las brumas que amparan la escalofriante leyenda de hombres que jamás murieron, como Nostradamus, Cagliostro y el conde Drácula, surge de pronto la amenaza extraña de un hombre muerto que vuelve a la vida cada noche, al conjuro de un aterrador destino, en busca de víctimas a quienes beber su sangre". Con esta irresistible prosopopeya se publicitaba, en 1957, una de las más destacadas producciones de la historia del cine fantástico mexicano: 'El vampiro', de Fernando Méndez, una más que sólida adaptación apócrifa del relato de Bram Stoker en la que, por encima de la cuidada tramoya gótica y la elegante dirección, se alza la poderosa interpretación del actor protagonista, determinante, a juicio de muchos críticos e historiadores, en la evolución que hizo el personaje desde la solemnidad teatral y algo amanerada de Bela Lugosi hasta la lasciva crueldad de Christopher Lee (el 'Drácula' de Terence Fisher para la Hammer llegó justo un año después). Ese actor, que hacía además su debut en el cine, era un señor de Gijón llamado Germán Robles.
La mascarilla del demonio (1)
Un vampiro asturiano en México
El escritor Jesús Palacios resucita en '¡A mordiscos!' la leyenda del actor expatriado Germán Robles
Germán Robles interpreta al conde Lavud en la película ’El vampiro’, de 1957.
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