CRÍTICA DE TEATRO

'Decameró': Pasolini como talismán

Xavier Albertí inaugura la temporada del TNC con el 'Decameró', diez monólogos post-confinamiento de resultados desiguales

Melcior Casas interpreta el monólogo de Davide Carnevali.  / TNC ACN

Para inaugurar la que será su última temporada al frente del TNC, Xavier Albertí ha buscado inspiración en su autor fetiche, Pasolini, que nunca defrauda. No podemos decir lo mismo de la fórmula escogida, una yuxtaposición de monólogos de diferentes autores cuya irregularidad era previsible de entrada. El 'Decameró', que se estrenó el jueves en la Sala Petita con aforo al 50%, retoma la esencia del clásico de Boccaccio –diez jóvenes huyendo de la peste que cuentan historias para amenizar su aislamiento–, y desde luego de la pasoliniana cinta de 1971 con Nápoles en la pupila. En el contexto de la actual pandemia, la formula de texto, director y único intérprete garantizaba un marco de trabajo y exhibición a prueba de la segunda ola. Empleo directo para una trentena de artistas después de ocho meses con el telón por el suelo. 

Entre la decena de encargos de textos encontramos autores locales e internacionales, rarezas de entomólogo, sorpresas escurridizas, momentos de exultante interés y caídas libres en el tedio. Y lo que es más interesante, algunos puntos de encuentro temáticos entre las diferentes propuestas, una especie de vibración que emana del confinamiento y sacude temas como el desconcierto, la fragilidad humana, la falta de justicia social, la vejez o la tensión entre cultura acorralada y naturaleza resiliente. En este último despertar post-ecológico se situaba uno de los textos más certeros, 'L’esperança cega' del filosofo Gregorio Luri, dirigido con astucia por Glòria Balañà e interpretado con mesurada calma por Pepo Blasco. Cuando despertamos, animales y plantas seguían allí, también nos lo recuerdan las dramaturgias de Marta Marín-Dòmine y Perejaume, aunque este último fuera tan críptico que apenas convocaba la atención, a pesar de los encomiables esfuerzos de la actriz Paula Blanco.  

En la vertiente más monocorde, las reflexiones sobre la vejez, un tema oportuno del que no supieron sacar partido los escritos de Narcís Comadira y el griego Dimitris Dimitriadis, este último abandonado al ralentí de la puesta en escena de Albert Arribas. Tampoco fue fácil de seguir el monólogo de Cristina Morales, con unos subtítulos ilegibles que no sirvieron para respaldar el exacto trabajo de la interprete Desirée Cascales. 

Dramaturgia en presente

Lluïsa Cunillé fue una de las pocas que cumplió de cara con el encargo de inspirarse en Pasolini, jugando en su parte con la autoficción y el horror reencontrado. El anfitrión Xavier Albertí sacó partido del brillante desparpajo del actor Oriol Genís, preciso como siempre con la pirotécnica verbal de un texto de Valère Novarina que Albert Arribas ensambló de forma brillante desde el francés. 'Fam', de Najat El Hachmi, atacó la parte más social cuya crítica no pudo alcanzar la mala leche de la propuesta del dramaturgo Davide Carnevali y el director Ferran Dordal. Aquí puso voz al hartazgo Melcior Casals, el descubrimiento de la noche, que disparó sin tregua desde la trinchera de las tripas reflexiones desconcertantes sobre un presente que la pandemia ha hecho añicos. 

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