Hay un evidente contraste en 'Una ventana al mar' que atañe al manido conflicto entre forma y contenido. Los primeros planos de Emma Suárez en un borde del encuadre, con mucho aire detrás, enmarcan mucho mejor la conflictiva deriva emocional que afronta su personaje que las situaciones y diálogos que recorren el filme. El estilo visual se diluye a veces en tópicos argumentales, boda griega incluida. La historia de ella, su forma de encarar una grave enfermedad no recluyéndose en sí misma y buscando nuevas experiencias, funciona bien, pero el encuentro con un hombre griego de atormentado y etílico mundo interior cae en bastantes clichés y se alarga demasiado.