‘Sala de baile’, ‘sala de fiesta con espectáculo’, ‘discoteca’, ‘bar musical’... La música en directo en Catalunya está atascada en un laberinto administrativo porque las denominaciones de los locales no definen con precisión y al 100% su actividad y, en tiempo de pandemia, y sin hilar fino, todo ha ido a parar al (denostado) cajón del ‘ocio nocturno’. Pero estas salas han combinado siempre la función de discoteca, club o bar con la música en directo (nunca se ha podido vivir solo de los conciertos), y reclaman que se les permita al menos poner en marcha una parte de la actividad: poder colocar sillas distanciadas y acoger actuaciones como sí pueden hacer teatros y auditorios, y pese a que hablamos de aforos reducidos cuya rentabilidad es incierta o imposible.
Situación extrema del sector
Las salas de concierto, al borde del descalabro
Los locales, que se hallan al límite, se reivindican como programadores de conciertos más allá del ocio nocturno y exigen poder acoger música en directo, como los teatros y los auditorios
La sala Razzmatazz, que lleva cerrada desde el mes de marzo. /
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