Del exilio republicano al Gulag de Stalin

Anna Abella | 20 septiembre 2020

El destino del cirujano catalán Julián Fuster vertebra el libro de Luiza Iordache sobre los españoles que purgaron en los campos de concentración de Stalin

“Protagonista de dos guerras, un sudor frío me cubría el cuerpo (…). Emma Schwartz, fuerte muchacha de 20 años, moría ante nuestros ojos con las dos piernas cercenadas por las orugas de los tanques. Más de 400 heridos hubieron de ser asistidos aquel día”, testimonió el cirujano Julián Fuster, republicano exiliado y militante comunista condenado al Gulag, testigo de la sangrienta represión (700 muertos) con la que los blindados del régimen estalinista sofocaron en 1954 la mayor rebelión de presos políticos soviéticos, en el campo de trabajos forzados de Kengir, en las remotas estepas de Kazajstán. Allí estuvo preso durante siete años, y, como constató el Nobel de de Literatura Alexander Soljenitsin en su referencial ‘Archipiélago Gulag’, "el español Fuster" estuvo operando a los heridos durante 48 horas, hasta que se desmayó por agotamiento en pleno quirófano.

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