ENTREVISTA

Lídia Pujol: "Con el covid-19 se ha puesto a la muerte por delante del amor"

La cantante canta a Cecilia, una "voz profética", en su nuevo espectáculo, que estrena en 'streaming' en el marco del Mercat de Música Viva de Vic

Lídia Pujol. / FERRAN SENDRA

Tras llevar su canto a los monasterios y hacer equilibrios entre oriente y occidente invocando a Raimon Panikkar, Lídia Pujol aborda un repertorio de aspecto más liviano, si bien rico en capas de pensamiento, poesía y protesta muy vigentes estos días, el de la llorada cantautora madrileña Cecilia (1948-76). El álbum ya está grabado, si bien su edición no tiene fecha precisada por ahora. Este jueves (20.00 horas), el Mercat de Música Viva de Vic emite en ‘streaming’ el estreno del espectáculo; el día 24 actuará en Barcelona, en la Mercè (jardines del Doctor Pla i Armengol), y en octubre (24 y 25) compartirá escenario con la filósofa Marina Garcés en la sala Beckett.

¿Qué caminos le han llevado a Cecilia?

No era una figura que me interesase especialmente, y no la fui a buscar: me vino. Yo estaba en casa, en la montaña, el 3 de octubre del 2017, y el discurso del Rey, más allá del desconcierto general que causó, me tocó algo personal. Pasé un rato difícil, llegué a llorar, y me vino a la cabeza la canción ‘Mi querida España’, de Cecilia, creo que pensando en ese deseo de encuentro con el otro. Porque yo soy de donde me quieren, de donde se respeta la libertad del otro. No estoy en un bando: “contengo multitudes”, como decía Walt Whitman. Y no se me puede obligar a ir contra alguien.

¿Qué representa para usted esa canción, ‘Mi querida España’?

Fui a buscarla y descubrí que había estado censurada, y que la versión original decía: “Mi querida España / esta España viva / esta España muerta”, y “esta España nueva / esta España vieja”, y “esta España en dudas / esta España cierta”. En un festival en Mallorca, Cecilia salió a cantarla tal como la había compuesto.

Ella no venía precisamente de una familia revolucionaria.

Nació en El Pardo, su padre era militar retirado, persona de confianza del Generalísimo, y embajador en varios países. Se educó en el extranjero: Reino Unido, Jordania, Estados Unidos... Por eso, ella viene de mayo del 68, de Bob Dylan y Joan Báez. Su nombre artístico lo sacó de la canción de Simon & Garfunkel, porque su nombre, Eva, ya estaba cogido. Cecilia era una mujer que estaba despierta y que quedó atrapada entra los dos bandos históricos en España, con una lucha mental muy intensa. Sus canciones fueron incómodas. A algunas las peinaron, y a otras directamente las prohibieron, como ‘Cíclope’.

"Las composiciones de Cecilia eran invitaciones a despertar nuestra subjetividad"

Un tema que ahora ha recuperado en su nuevo espectáculo.

Representa una voz profética. Según me dijo su hermana Teresa, ella decía: “mis canciones no son para hoy, son para mañana”. Porque la gente no estaba suficientemente despierta. Sus composiciones eran invitaciones a despertar nuestra subjetividad. Me gusta su tono, porque no juzgaba, ni condenaba. Y a mí, ahora mismo, lo de situarte en un bando no me interesa. ‘Cíclope’ se adelanta en el tiempo porque el futuro, más que nunca, es ahora. No lo hay. Dice: “mirando por tu monóculo / veo artistas de carne y hueso, / de vez en cuando, un abrazo, / de año en año, un beso”. Y ahora, de golpe, no nos podemos tocar y todo funciona a través de la pantalla. Al final, dice: “y ahora miro por mis ojos”. La mirada de los dos ojos tiene más profundidad y más matices. Y concluye con: “y no es verdad que mis verdades sean solo mías”. Te invita a que actives tu propio ser en este mundo. ¿Te dicen que tienes que buscar tu media naranja, y casarte, y tener niños...? De acuerdo, pero, ¿tú qué dices a todo esto?

A partir de ahí entrevió un camino.

Investigué y me encontré con la cara y la cruz de una misma moneda: ‘Cíclope’ y luego, ‘Nada de nada’, en la que dice que no es nada de nada, es decir, todo, yendo de lo más pequeño a la trascendencia. Me puse en contacto con Joaquín Díaz, que fue un gran amigo de Cecilia y que la introdujo a músicos como Nacho Sáenz de Tejada y Julio Seijas. De ahí, a Teresa, y a Jesús Caramés, que lleva la página oficial y el Facebook de Cecilia.

¿Cómo fue el contacto con la familia?

Ellos tienen un acuerdo según el cual su obra no puede ser apropiada ni por unos ni por otros, ni por los vencedores ni por los vencidos. Porque la obra de Cecilia no protesta contra ‘el malo'. Ella decía que no era nadie para decirle a la gente lo que tenía que pensar o decir. No le interesaba hablar de bandos.

"Caín mató a Abel, y seguimos con el mismo rollo. Simplificar la vida a pertenecer a un bando es considerarme idiota"

Ahora sí que los hay.

Caín mató a Abel, y seguimos con el mismo rollo. Pero simplificar la vida a pertenecer a un bando es considerarme idiota. Formo parte de una comunidad, pero como decía Ovidi Montllor, todo comienza con uno mismo. Puedo establecer una comunicación filtrada, o apantallada, o cíclope, pero si miro con mis propios ojos puedo darme cuenta de que la vida es más compleja que pertenecer a un bando. No puedo decir que los nazis fueran malos, porque la mayoría de la gente que formaba parte del mundo nazi era, como decía Hannah Arendt, “banalmente normal”. Y ahora estamos enfermos de normalidad. Cuando hemos dejado morir a la gente por el covid-19 sin decir nada, hemos normalizado, y también cuando nos han pegado por ir a votar. Así mataron a Jesús los ‘buenos’ del momento.

¿Qué enfoque musical le pareció adecuado para este repertorio?

Cecilia dejó un puñado de canciones esperando que llegase una generación que pudiera escucharlas, y mi trabajo ha sido despojarlas de todos los arreglos de la época, que los hacían los mismos que trabajaban para Karina o Julio Iglesias, y recuperar la letra. Cuando hay letra, eso es lo que manda. Primero aprendí a cantarlas ‘a cappella’, y luego invité a los músicos: Pau Figueres, por supuesto, y Dani Espasa, y Òscar Roig, que es el compositor de mi vida, y una persona nueva, Carlos Monfort, que descubrí a partir del dúo Clementina. Siempre a partir de la idea de que la música sirviese a la letra, para generar debate y pensamiento.

Ha decidido presentar el espectáculo en el Mercat de Vic y comenzar a mover sus adaptaciones de Cecilia sin esperar a la salida del álbum.

Quizá es la primera vez en mi carrera en que abordo canciones conocidas de un único artista, a las que creo que puedo aportar algo. Un disco comercial entre comillas, con la idea de hacer la gira, que es como funciona el negocio de la música. Porque yo esto siempre lo he hecho fatal.

"El poder está dando la última vuelta de tuerca, y el arte y el directo son los últimos espacios que nos quedan"

Ya desde aquel primer álbum con Sílvia Comes, hace más de 20 años.

Que salió cuando ya llevábamos tres años haciendo de todo. El caso es que ahora tengo claro que el poder está dando la última vuelta de tuerca, y que el arte y el directo son los últimos espacios que nos quedan. Se supone que hay que colgar el disco y venderlo, pero el directo se protocoliza, y nos mete dentro de una estructura, cuando los milagros, si ocurren, tienen lugar en los espacios de libertad. Igual que Cecilia cantó ‘Mi querida España’ sin censura aprovechando una actuación en vivo. Así que, hasta que no se sepa qué pasa con los directos, si alguien quiere escuchar mis adaptaciones de Cecilia tendrá que venir a los conciertos.

¿Colgar el álbum en una plataforma sería maltratarlo?

No, sería quitarle fuerza al directo y normalizar que desaparezca. Ahora estoy haciendo el Verkami, y quiero hacer un doble vinilo. Por otra parte, no puedo soportar que en Spotify no estén los créditos de los discos, y no saber quién toca, ni quién ha compuesto la canción.

¿Qué tendría que pasar para que decidiera publicar el disco?

Bueno... ¿Te imaginas que volvieran a hacerse conciertos con normalidad? Pues eso. Porque yo no soy feliz con tanto control. En Vic, en una sala muy grande con solo 30 espectadores, cuando terminé el concierto me abracé con la gente y me puse a llorar, porque para mí esto es un drama. Antes del covid, yo salía al escenario a invitar a la gente a sacarse las máscaras y los velos, a invitar a cada persona a ser quien es, a arriesgarse a exponerse...

Un mensaje poco practicable en estos momentos.

¡Ahora, la metáfora se ha convertido en realidad, y no puedo decirle a la gente que se quite la máscara, porque sería una temeridad y está prohibido! Estoy añorada de horizonte, de sueño, de utopía... Con el covid-19 se ha puesto a la muerte por delante del amor, y el amor y la libertad, que es lo que nos hace humanos, están en vías de extinción. Yo estoy dispuesta a poner el amor por delante de la muerte, ¡aunque me muera mañana! Eso me da fuerza. Pero lo peor es que mucha gente se ha muerto sola y aterrada. Es algo que no puedo soportar. Se ha normalizado el control de la mortalidad, y con tu consentimiento y el mío. Los sanitarios están como están porque el dinero se lo llevó el Rey emérito, o Pujol, o están en paraísos fiscales, o se ha gastado en armamento, o en las farmacéuticas. Y ahora, ¿qué? ¿Tenemos que dejar morir a la gente porque se colapsa el sistema? ¡Pues poned el dinero donde hay que ponerlo!

Bien, mientras cobran forma, o no, los conciertos de presentación, se ha inventado otro formato: ‘Conversando con Cecilia’, que estrenará en la Beckett con un diálogo con Marina Garcés.

La idea viene de lo que hice en la sala Muntaner hace unos años, con Mayte Martín, Santiago Auserón, Teresa Forcadas, Albano-Dante Fachín y Marta Sibina, Itziar González... Llevaré el viejo equipo de música de mi hermano, que he hecho arreglar, y lanzaremos las músicas de cuatro o cinco canciones en las que cantaré encima en directo. Y a partir de ahí, la conversación con Marina. Es el embrión de un espectáculo que seguirá.

Y tras el ‘streaming’ de Vic, la semana que viene estará en la Mercè.

Ahí no haré el espectáculo de Cecilia, aunque cantaré alguna de las canciones. Debo decir que me sabe mal que en los contratos de la Mercè se haya incluido una cláusula según la cual, si llueve, cobro, pero si se suspende el concierto por covid, ni cobro ni hay el compromiso de reprogramarme en otras fechas. Agradezco al Ayuntamiento de Barcelona que mantenga la Mercè, con el esfuerzo que supone, pero esta cláusula no se debería haber planteado. Entiendo que las aseguradoras han obligado a incluirla, pero el Ayuntamiento tendría que habernos defendido. Me han dicho que, de 180 conciertos, yo soy la única que les ha reprochado este asunto, y eso me preocupa. De nuevo, estamos normalizando algo que no deberíamos normalizar.

Temas

Música