Hace un año, en un verano más feliz y desconfinado, visité en la localidad inglesa de Haworth el caserón donde vivieron las hermanas Brontë, hoy convertido en museo para el goce mitómano. En una de las vitrinas se exhibía sin pudor, como una reliquia laica, un pañuelo manchado con la sangre de Emily (‘Cumbres borrascosas’), fallecida de tuberculosis en 1848, la misma enfermedad que se llevó a Anne, la pequeña, justo un año después. ¡Ah, la tisis! Llamada también consunción, peste blanca o enfermedad del mal vivir, fue la dolencia por antonomasia del siglo XIX. El romanticismo la elevó a categoría mítica.
Historias
Tuberculosis de papel
Solo el descubrimiento de la estreptomicina logró disipar el influjo romántico que el siglo XIX imprimió a la tisis
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