CRÍTICA DE CINE

'La red avispa': laberinto sin salida

El filme de Olivier Assayas es muy confuso, resulta francamente difícil no perderse entre toda la información que suministra

Penélope Cruz en ’La red avispa’.

La red avispa ★★

Dirección:  Olivier Assayas

Intérpretes:  Edgar Ramírez, Wagner Moura, Penélope Cruz, Gael García Bernal

País:  Francia / Brasil / España / Bélgica

Duración:  123 minutos

Año:  2019

Género:  Thriller

Estreno:  19 de junio del 2020 (Netflix)

En 'Carlos' (2010) -apabullante crónica del ascenso y caída del terrorista Ilich Ramírez Sánchez, alias Chacal-, Olivier Assayas ofreció una absorbente mezcla de recreación histórica e intriga procedimental puntuada por imponentes escenas de acción. Por autoría, temática y método narrativo, 'La red avispa' podría funcionar como segunda entrega de un díptico de no ser porque cualquier escena de Carlos tiene más elegancia, energía y complejidad que los mejores momentos de la nueva película.

Mientras acompaña a varios espías cubanos enviados a Miami para infiltrarse en organizaciones anticastristas e investigar planes terroristas para atacar el turismo en la isla, el francés trata de retratar una maraña de identidades falsas, dobles y triples juegos y oposiciones ideológicas. La total falta de vigor que exhibe en el proceso se debe tanto a su errática forma de combinar escenas propias de thriller con momentos de domesticidad conyugal -ofuscando así tanto el contexto político como las convicciones de sus personajes- como a todas esas conversaciones expositivas pero opacas que continuamente introducen nuevos personajes y organizaciones, cada una con sus siglas.

El gran problema de 'La red avispa', eso sí, es que es muy confusa. Resulta francamente difícil no perderse entre toda la información que Assayas suministra tanto a través de esos diálogos como de repentinos montajes y voces en off que funcionan como entradas de la Wikipedia leídas en alto. Como consecuencia de ella, además, el director acaba dispensando a sus personajes un tratamiento meramente superficial, oscilando de forma atropellada entre sus respectivas líneas narrativas e impidiendo que conectemos emocionalmente con ellos. El resultado es, quizá, el mayor tropiezo artístico de quien sin duda es uno de los cineastas más estimulantes de las últimas tres décadas.