En ocasiones, además de ver muertos gracias a mi sexto sentido, o por eso mismo, cuando leo poemas de algunos de mis contemporáneos (aquí el género gramatical no es excluyente), me viene a la mente una viñeta del gran Forges. En ella, uno de sus personajes masculinos -al menos en apariencia- que camina apesadumbrado y cabizbajo por lo que parecen ser las afueras de una ciudad apenas delineada, lleva flotando sobre su cabeza un bocadillo como nubarrón que amenaza tormenta. En el bocadillo se lee: "Nuestro concepto del mundo cambiaría si conociéramos el número de poetas con hemorroides". Forges no estaba ciego y, en su desquiciado 'nonsense' cotidiano, tenía una fina intuición para las cosas de la vida, aunque no es descartable que dispusiera de conocimientos que a mí se me escapan o de más tiempo que el que me deja a mí la preparación de, digamos, unos lomos de salmón al papillote. Quizá Forges conociera de primera mano las investigaciones sobre el asunto del erudito Ruscus Llorens®.
PERIFÉRICOS Y CONSUMIBLES
Poetas con hemorroides
Forges, durante una visita a Barcelona, en el 2015. /
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