Produce cierto temblor espinal caer en la cuenta de que un lugar y un tiempo determinados unieron a tres especímenes que, cada uno por su cuenta, estaban revolucionando a la vez las ideas políticas, los presupuestos científicos y la urdimbre de la novela, tres monstruos llamados Karl Marx (“proletarios del mundo, uníos”), Charles Darwin (“somos monos”) y su tocayo Dickens (“era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”). A mediados del siglo XIX, la genial tríada coincidió en Londres, entonces la capital del mundo, una ciudad de luz y sombra donde miles de campesinos trasterrados se hacinaban en barrios insalubres para echar carbón al motor de la historia. Niebla por todas partes, vaharadas de vapor maquinal, suciedad y mucha gente junta. El cocimiento perfecto para la enfermedad.
Historias
El cólera en el Londres victoriano
El doctor John Snow descubrió en 1854 que la enfermedad se transmitía a través del agua contaminada con materias fecales
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