Si algo bueno ha surgido del enclaustramiento colectivo al que nos ha sometido el coronavirus ha sido la evidencia de la necesidad de los libros. Quizá los habíamos relegado pero han surgido con potencia, situados en el centro de nuestra cotidianidad, para ayudarnos, ellos tan viejos y tan sabios, a sobrellevar inquietudes y desgracias. Leíamos los libros que teníamos en casa e inevitablemente pensábamos en quienes nos los facilitaban en la normalidad, los libreros, en especial los sufridos libreros de barrio de las pequeñas o medianas librerías siempre en el filo del abismo amenazado por los gigantes “amazónicos” que, como defiende el editor Enrique Murillo, todavía sigue siendo el “auténtico sostén del mundo del libro”.
CULTURA DE CORONAVIRUS
Los libreros entonan el 'resistiré' con convencimiento
El desconfinamiento de la letra impresa, con ventas por encima de lo previsto, confirma las librerías como comercios de primera necesidad
Librerías en fase 0, así se preparan para la nueva normalidad. /
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