Veintiuno son, según el título original del filme, los puentes que tiene Manhattan. Para dar caza a dos individuos que han robado un alijo de cocaína y matado a varios policías, un expeditivo inspector neoyorquino, traumatizado desde hace años por el asesinato de su padre, decide cerrar todos los puentes y aislar así a los asesinos. Una noche entera dura la acción, la caza al hombre, con matices. Es lacónica, seca, directa, expeditiva, tensa, sin florituras, como en la serie B o el mejor policíaco de los 60 y 70. Es un tipo de cine que ya no se hace y por ello destaca aún más. Sin demasiadas ambiciones y con espléndidos resultados.