ENTREVISTA

Bernardo Atxaga: "Me ha tocado vivir entre el mito y la realidad"

El escritor vasco publica la que, asegura, será su última novela, 'Casas y tumbas'

Bernardo Atxaga, en su última visita a Barcelona.  / JORGE GIL

Bernardo Atxaga  asegura que para él la novela se ha acabado porque ya no está para presiones. Y no se trata de dejar de escribir, no. Un escritor jamás dejar de hacerlo. Sino de detenerse, observar y pensar. Un deseo zen. Mientras baraja en esas alternativas y encara géneros más misceláneos y mal llamados menores el premio Nacional de las Letras Españolas ha cerrado un ciclo con ‘Casas y tumbas’ (Alfaguara), que será su última novela aunque de primeras no lo parezca porque el autor de ‘Obabakoak’ ha tejido seis historias distintas sutilmente hilvanadas con el hilo de la amistad.

‘Casas y tumbas’ está construido como si fuera una constelación de historias menores, como una serie de estrellas que forman una figura.

Es  más  o menos como el trabajo de un pintor, capaz de dibujar una cara con unos pocos trazos. Unas historias que transcurren entre 1970 y el 2011 alrededor de Ugarte, en el País Vasco. Si hubiera querido contar todo lo que transcurre entre una y otra fecha hubiera necesitado unas mil páginas en un novelón como los que se escribían en el siglo XIX, pero yo no quería eso. No deseaba ser naturalista.

¿Por qué?

No me interesa. Para entender el naturalismo hay que ir a mi pueblo. En la entrada hay una escultura que si se ve de lejos parecen un hombre y una mujer, un tema universal donde los haya, pero a medida que te acercas ves los aperos de trabajo, el suelo escarbado y te das cuenta de que son dos campesinos trabajando en el campo. Son esos detalles los que hacen que esas figuras no sean interesantes.

"A la lectura hay que dedicarle un tiemo de oro y eso no sucede mucho" 

¿Yendo a la contra del naturalismo hace trabajar más al lector?

Para que este libro sea leído como una novela ha de leerse despacio. A la lectura hay que dedicarle un tiempo de oro y eso no sucede mucho. En esta novela, entre otros personajes, hay unos gemelos que la atraviesan a través de las décadas.

Esos gemelos son el ejemplo de una de sus obsesiones más recurrentes, el tema del doble.

Eso algo que va saliendo sin que me lo proponga. Hay muchos dobles en esta novela. Tanto en personas como en edificios. Aquí un cuartel se parece mucho a un internado y un internado se parece a un hospital. Los tres sitios son lugares de los que sus ocupantes no tienen la llave y de los que no es fácil salir.

Jugando a ese juego de espejos se podría decir que esta novela es también el reflejo de 'Obabakoak'. Todo lo que allí se contaba de una forma mítica, adopta aquí una forma realista.

Eso es. En la última esquina de 'Obabakoak' había un jabalí y aquí aparece otro. Pero el primero estaba filtrado por lo que para mí era la ideología general de la época  y el lugar que tenía que ver con explicaciones más o menos mágicas. La de la gente a la que le parecía plausible que una mujer pudiera transformarse en gato. Ahora el jabalí es exactamente un jabalí. No hay nada simbólico en él.

Ese viaje de las raíces míticas a la actualidad es también el recorrido de su literatura.

Y de mi vida. Siempre he pensado que me ha tocado vivir entre dos mundos, el mito y la realidad.  Te cuento una historia muy significativa. El panteontólogo José Miguel de Barandiarán, que fue maestro de Julio Caro Baroja, y que ha encontrado todos los menhires y dólmenes del País Vasco, construyó una radio anterior a las de galena y la puso en funcionamiento el 15 de abril de 1912.

¿Exactamente en esa fecha?

Tiene su importancia. Barandiarán conecta con la emisora que trasmite desde la Torre Eiffel y se entera de que acaba de hundirse el Titanic y llama a los periódicos para anunciarlo. Eso es algo que entendemos bien, es científico. Lo cierto es que los vecinos del lugar piden a Barandiarán que destruya esta máquina porque si es capaz de oír lo que se dice en París, qué no será con las conversaciones del pueblo. En ese pequeño hecho están esos dos mundos de los que hablabas. Uno es científico y el otro, mágico.

"Mi abuelo tenía una central eléctrica y yo de niño me paseaba por los caseríos para cobrar la luz"  

Y a ambos los ha conocido de cerca.

Mi abuelo tenía una central eléctrica que proveía de electricidad a muchos caseríos. Y yo desde muy niño fui a cobrar la luz caserío por caserío, igual me pateaba 200 al mes. La gente me contaba esas historias magníficas. Pero para mí la magia se fue cuando a cuatro kilómetros de mi pueblo un tal Xavier Echevarrieta mató a un policía de tráfico, Jose Antonio Pardines, en 1968, y al día siguiente apareció muerto por la Guardia Civil. Fue la primera acción de ETA el momento en el que se rompió todo.

¿Escribió 'Casas y tumbas' con la sensación de que era su última novela?

No al principio. Había imágenes que me han acompañado en el recuerdo. La primera es la de un adolescente que vuelve sin habla a su pueblo desde un internado del sur de Francia y una jugarreta de cuando hice la mili en el Pardo:  pretendíamos enseñarle a decir a una urraca  “¡Franco, cabrón!  y  hacerla volar cerca del palacio del dictador.  Además la novela se cierra con una niña ingresada con peritonitis y eso está contando de una forma hiperrealista porque yo como padre pasé por esa experiencia.

¿Por qué dejar de escribir novelas?  ¿Ya no cree en ellas?

Di una conferencia que titulé 'Robinson Crusoe no escribiría novelas'. Es decir si no hay presión social no no hay forma literaria. Eso ya pasaba en los cuentos tradicionales que no tienen descripciones porque los oyentes no las querían, solo se preocupaban por los hechos. Los cuentos, las novelas tienen reglas.  Quiero salir de ahí.

¿Y a partir de ahora qué?

A mí me encantan las ceremonias. En eso soy muy católico. Así que voy a comprar unos cuadernos preciosos en una tienda de Barcelona que conozco y empezar a escribir cosas alejadas de la novela. Diarios, quizá, que no serán exactamente eso, sino apuntes,  reflexiones. En los últimos tiempos he escrito entrevistas y unas narraciones satíricas con destino radiofónico a las que he llamado 'Crónicas del Cielo' que efectivamente suceden allí, en el Cielo, donde hay la hostia de gente.

Pero suele decirse que en el infierno están los más interesantes.

No, no te creas. En el infierno no puedes fumar, tomar drogas o beber. El infierno va por ahí.

¿Y eso se puede hacer en el Cielo?

Allí todo es libre. Fuman y beben y además dicen que no te preocupes porque no te afecta a la eternidad.

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