CRÓNICA

'El cartógrafo', brutal ejercicio de memoria e interpretación

Blanca Portillo y José Luís García-Pérez transportan al público al horror del gueto de Varsovia en el Goya

Blanca Portillo y José Luis García-Pérez en ’El cartógrafo’. / CEFERINO LOPEZ

Impresionate ejercicio teatral el de Blanca Portillo y José Luís García-Pérez en el Teatre Goya con ‘El cartógrafo’. El montaje, estrenado hace año y medio, llega muy rodado a Barcelona. Uno revive el horror del gueto de Varsovia, la denigración  y la persecución de los judíos por los nazis, pero también descubre las ganas de borrar sus huellas en esta impactante obra contra el olvido escrita y dirigida por Juan Mayorga.

La palabra brilla en este montaje gracias a una soberbia interpretación de ambos actores que, como si fueran médiums, se transforman en los 12 personajes de la obra. Son capaces de hacer creíble la historia sin necesidad siquiera de cambiar de vestuario. Solo con el tono de su voz, la corporalidad que adoptan sus cuerpos en función del personaje. Portillo encarna desde una niña a una anciana, así como a la esposa de un funcionario que se obsesiona con la leyenda de un mapa. Y brilla en todos. A su lado se crece José Luis García-Pérez en el resto de personajes. Solo con su arte son capaces de hacer imaginar al público algo que nunca se ve: el mapa del gueto de Varsovia que un abuelo intenta dibujar con la ayuda de su nieta.

Van vestidos igual desde principio a fin, con un simbólico color rojo que impregna hasta las sillas, casi el único elemento en una escenografía minimalista. Y sin necesidad de maquillaje ni disfraz logran que el público conecte con esa horrible parte de la historia ampliamente documentada.

Poco a poco las piezas de la obra van encajando y van calando situaciones, sentimientos y datos claves para imaginar ese mapa del horror que cada cual imagina en su mente. Mayorga lo consigue mezclando realidad y ficción, sentimientos e información en esta obra que viaja entre pasado y presente llena de detalles que ayudan a entender porqué no se rebelaron los judíos de Varsovia cuando los nazis les confinaron a una determinada área de la ciudad primero y les ejecutaron después en campos de concentración. 

El primer día de función, desde ese comienzo en el que los actores salen descalzos a escena cinco minutos antes de lo previsto para ir preparando en escenario hasta el conmovedor final, no se escuchó ni una tos ni un ruido. El público siguió enganchado ese maravilloso ejercicio interpretativo de principio a fin. Brutal.  

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