crónica

Un festín de música sacra

Thomas Hengelbrock dirige una edificante propuesta en el Palau

Thomas Hengelbrock, en el Palau de la Música. / TONI BOFILL

El 'Requiem' de Mozart (1791) siempre llena auditorios, y el ofrecido el lunes en la temporada Palau 100 a cargo del siempre bienvenido Balthasar Neumann Chor und Ensemble dirigidos por su fundador, Thomas Hengelbrock, no fue una excepción, abarrotando el coliseo modernista. La obra más popular del compositor austriaco formó parte de una sorprendente e innovadora -por estos lados- propuesta al ofrecerse sin solución de continuidad después de la 'Missa Superba' de Johann Caspar Kerll (1674). La brevedad de esta última, muy poco programada hoy en día, podría justificar esta opción, como también el hecho de que ambas piezas posean libretos en latín, aunque el carácter tan disímil de las piezas -una misa al uso y otra de difuntos escritas con más de un siglo de diferencia- podría haber requerido al menos un paréntesis de aplausos.

Hengelbrock, en cambio, optó por un ataque inmediato del 'Requiem' nada más acabada la 'Missa', dando unidad a un discurso que, sobre el escenario, aportó absoluta coherencia desde el punto de vista de la lectura musical. La verdad es que la propuesta funcionó, más todavía en un programa de una hora y cuarto que no cansó al público; por el contrario, dejó a los asistentes con ganas de más música.

La 'Missa Superba', con las partes habituales de la liturgia católica, contó con un coro y un conjunto instrumental brillantes. Y si entonces no fue relevante la calidad de las muchas intervenciones de los solistas, este detalle sí que acabó siendo un lastre en el 'Requiem'. Suele suceder en este tipo de giras que los solistas provengan de las propias agrupaciones contratadas, pero esta última obra, con cuatro cantantes de primer nivel, hubiese convertido la velada en inolvidable para dejarla solo en un buen concierto. La creatividad de Hengelbrock quedó clara en sus apuestas de 'tempi' y de agógica; el 'Kirie' resultó impresionante y los contrastes dramáticos en el 'Recordare' y en el 'Confutatis' fueron aleccionadores, mientras que el 'Lacrimosa' aparecía dibujado con gran fuerza teatral, a ratos casi irreconocible.