TEMPORADA ALTA

Escaso seguimiento de la protesta contra Jan Fabre

Solo una décena de personas presionaron con pancartas el estreno de la obra del autor acusado de acoso sexual y vejaciones

Protesta contra Jan Fabre en el Teatre de Salt, la tarde del domingo.  / JOAN CASTRO / ICONNA

Había una cierta expectación este domingo respecto a la oposición despertada en sectores feministas del estreno en Temporada Alta de la propuesta de Jan Fabre ‘The Generosity of Dorcas’, no por su cualidad artística sino por la acusación de acoso sexual y vejaciones que le ha dirigido una veintena de trabajadores de su compañía. Un hastag animaba a los espectadores a no acudir al Teatre de Salt pero la protesta solo logró convocar a una decena de personas. "Somos muy pocos", ha reconocido Júlia Boixader, estudiante de filosofía de 19 años que organizó el acto de protesta apoyado por los colelctivos feministas Malapècora y Observatori cultural de gènere. Aún así, un total de 47 espectadores solicitaron al final la devolución de su entrada. 

La obra fue defendida por el bailarín de la compañía de Fabre Matteo Sedda.  Él lleva tres años interpretando ‘Mount Olympus’, impresionante bacanal escénica de 24 horas de duración que vendrá al final de la temporada de Lliure. Sedda hablaba así de un problema sobre el que se ha abierto una investigación y un debate interno en la compañía horas antes de actuar: “Entiendo tanto a algunas de mis compañeras que han firmado la carta como a Jan. No se puede ver esto solo en blanco y negro, hay una amplia gama de grises a tener en cuenta". Le han sorprendido las protestas feministas, hasta ahora no había vivido nada igual en los espacios donde ha actuado con este potente solo donde se trasforma en hombre, mujer y seres andróginos, estrenado el pasado junio en la ciudad belga de Amberes. Admite que trabajar con Fabre es un desafío. “Él quiere sacar lo mejor de nosotros siempre. Te lleva al límite”. Y al límite  se mostró en su interpretación, que fue recibida con cálidos aplausos. Salió a saludar, satisfecho y aliviado,  hasta cuatro veces.

Rocío Molina y El Niño de Elche 

La jornada del sábado estuvo marcada por el riesgo, el atrevimiento y la personalidad de los tres artistas que participarón en el festival:  la inquieta bailaora Rocío Molina, en el filme ‘Impulso’ de Emilio Belmonte, la performer Angélica Liddell con su último espectáculo ‘Génesis  6, 6-7’, final perturbador de su trilogía mística –con varias deserciones del público- y el inclasificable cantaor El Niño de Elche. Este último se puso al público en el bolsillo con su ‘Antología del cante flamenco heterodoxo’, un disco descomunal.  No sería extraño que él, como Molina, acabara teniendo película propia entorno a su proceso de creación y su manera de acercarse al flamenco, ese arte que muchos se quieren apropiar.  “No entiendo esto de la apropiación”, explicaba durante su inspirada actuación el sábado en el Teatre El Canal. Acabó de madrugada pero el público salió encantado. Incluso los programadores internacionales, que sólo podían conectar con su música pues su perspicaz discurso no había forma humana de captarlo sin traducción simultánea, descubrieron un flamenco de otra galaxia maravillosamente acompañado por Raul Cantizano (guitarras y percusión) y por Susana Hernández (teclados y sintetizadores).

Rocio Molina en su espectáculo 'Caída del cielo'.

El carismático cantaor de 33 años al que le sobraba traje por todos lados -en los últimos meses ha perdido 16 kilos- se ganó al personal no solo con la originalidad de sus canciones sino con su don de gentes y su guasa. Nada más empezar confesó sin pudor su último recuerdo del Teatre del Canal, un desastroso intento de colaboración con la bailaora Pastora Galván (hermana de Israel, con quien sí ha colaborado con éxito) que acabó como el rosario de la aurora. El  proyecto que ensayó en ese mismo espacio dirigido por María Muñoz, de la compañía de danza contemporánea Mal Pelo, nunca vio la luz. “Espero quitarme hoy la espina de aquel espectáculo con el que iba a hacer mi primera gira y no pudo ser porque no nos entendimos y ella prefirió irse con Antonio Canales. Así le ha ido a Pastora Galván”. A lo largo del concierto sedujo al público no solo con una farruca en catalán y una malagueña mestiza con ecos gregorianos sino con ese discurso entre canción y canción que iba destilando su filosofía, no apta para ortodoxos del flamenco, haciendo reír al público con brillantes ocurrencias.

'Impulso', la película

También se rieron en varias ocasiones los espectadores que asistieron en Truffaut a la presentación de ‘Impulso’, una película que ha seguido a Rocío Molina por el mundo durante el proceso de creación de ‘Caída del cielo’. La perplejidad de sus músicos, los salados comentarios surgidos en momentos de duda o su durante un arduo proceso. Y es que a ella, como al Niño de Elche, le van más las líneas difusas, el vértigo de adentrarse en caminos poco trillados.

Los artistas singulares son capaces de llevar al límite el arte, de retorcerlo, de darle la vuelta, de comprimirlo o de estirarlo como si fuera un chicle o esa simbólica masa de pan que aparece en la propuesta de Liddell. Lo explica muy bien Molina en el filme que permite descubrir la cocina de su arte, donde elabora las pruebas, intentos, experimentos, ese “perderse para volverse a encontrar” como explica en la película, una maravilla que permite descubrir los vericuetos de una artista que nunca deja de cuestionarse.