"Un superhéroe español es cutre", dice uno de los personajes de Superlópez. Seguramente fue uno de los grandes retos a los que se tuvieron que enfrentar tanto el director Javier Ruiz Caldera como los guionistas Borja Cobeaga y Diego San José cuando se hicieron cargo del proyecto. ¿Cómo quitarse de encima esa presión que parecen imponer las grandes superproducciones de Marvel y DC en cuanto a desvarío tecnológico? Ellos lo tuvieron claro: dando más importancia a López que a Superlópez.

Quizás por eso, aunque asistimos con asombro a un impresionante despliegue de efectos digitales y a la orquestación de una serie de set-pièces de acción rodadas de la manera más virtuosa posible, lo que destacan son los momentos costumbristas, aquellos que precisamente obvian las películas de superhéroes convencionales y que aquí se convierten en el verdadero corazón de la historia.

Así, los responsables consiguen transformar las limitaciones en aciertos, el menos se convierte en más y lo que podría haber sido una parodia caricaturesca llena de chistes fáciles se convierte en una inteligente comedia de aventuras que a través de un ritmo adictivo reflexiona en torno a la idiosincrasia española, a la mediocridad y la medianía como motores que impulsan nuestra sociedad. Superlópez  saca partido a ser español y ser cutre. Y eso tiene mucho mérito.