¿Se puede hablar de las miserias humanas más horrorosas con una sonrisa? Eso debió pensar Leonard Bernstein cuando construyó 'Candide', su máximo aporte a la lírica, con perdón de 'West Side story'. La obra subía por primera vez al escenario del Liceu y la calidad del reparto, una partitura llena de sorpresas y el acertado movimiento escénico planteado por Albert Estany -con la iluminación de Alberto Rodríguez-, convirtieron en un éxito este homenaje del Gran Teatre al compositor en su centenario.
Un sabio John DeMain aportó frescura y eficacia a la variedad de ritmos y melodías que se integran en la disparatada obra sin escorar hacia la ópera y en perfecta unidad con los cantantes, con una Simfònica liceísta adaptada a esta exigente ligereza, con un arpa brillante y un coro expresivo y eficaz.
Jordi Boixaderes embrujó narrando sus textos, solventando con talento algún problema de amplificación. Kevin Burdette estuvo espectacular en cada gesto y cada frase, y deliciosa la Cunegonde de Meghan Picerno. Dos leyendas de la ópera como Chris Merritt y Doris Soffel fueron fundamentales en este éxito, sin olvidar al tierno Candide de Paul Appleby, de hermosa voz y efectivos pianísimos. Del resto del reparto destacó Josep-Ramon Olivé, pero a distancia del reparto de especialistas en el género.